La Sirena Varada: Año II, Número 10
El décimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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Un día más iniciaba para Sofía y<br />
eso venía acompañado del inicio<br />
de la rutina diaria. Para ella, eso<br />
significaba desde hace trece años. <strong>La</strong><br />
rutina era enfrentar día con día sus más<br />
grandes remordimientos y sus más tormentosos<br />
miedos. Prosiguió como lo<br />
hacía siempre. Se quitó la ropa, abrió<br />
la regadera y entró justo en el segundo<br />
exacto en el que el vapor comenzó a<br />
hacer presencia en su espejo.<br />
Sin excepción, entraba siempre, con<br />
los ojos cerrados. Al hacerlo, por un<br />
momento el miedo se disipaba e incluso<br />
una pequeña fibra de orgullo la<br />
abrazaba al realizar de manera perfectamente<br />
coreografiada, con la precisión<br />
que solo años de práctica da, lo<br />
necesario para terminar de ducharse<br />
en tres minutos exactos.<br />
Casi sentía pena de que esa proeza<br />
estuviera reservada para su soledad y<br />
nadie pudiera presenciar lo habilidosa<br />
que se había vuelto tras trece años<br />
de perfeccionamiento. Al igual que en<br />
la mayoría de las veces anteriores, ese<br />
súbito pensamiento la devolvió a la<br />
realidad y tras una repentina ráfaga de<br />
desolación, le hizo apresurar el paso<br />
para salir de ahí lo más pronto posible.<br />
Estaba a punto de terminar. Solo faltaba<br />
colocar su rastrillo de vuelta en el<br />
estante para poder cerrar la llave, abrir<br />
la puerta, tomar su toalla y prácticamente<br />
correr a la seguridad de su habitación,<br />
pero no fue así. Al devolver su<br />
rastrillo, accidentalmente tiró su jabón<br />
el cual sin piedad golpeó fuertemente<br />
los dedos de su pie izquierdo.<br />
No comprendió si fue el pánico o el<br />
dolor lo que la tumbó, pero de un momento<br />
a otro Sofía yacía en el suelo<br />
gritando y diluyendo sus lágrimas en el<br />
agua que aunque tibia; se sentía como<br />
mil cuchillos helados perforando su<br />
piel sin reparo. Por una breve fracción<br />
de segundo, su mente no le alcanzó<br />
para entender como el mundo no se detenía<br />
por su sufrimiento y para cuando<br />
volvió en sí ya era muy tarde para huir<br />
de un enfrentamiento con sus miedos.<br />
Este no era su primer incidente, tampoco<br />
el segundo, o el tercero, pero sí<br />
rompía con una buena racha de triunfos<br />
que con el tiempo había conseguido.<br />
El anterior había sido cuatro años<br />
atrás. También el jabón le había jugado<br />
una mala pasada y la había hecho resbalar.<br />
No obstante en aquella ocasión,<br />
la bendición del dolor físico nubló casi<br />
completamente al emocional y todo<br />
terminó sin complicaciones. Esto era<br />
diferente, parecía la tormenta perfecta,<br />
el destino y su inconsciente la habían<br />
alcanzado y no había táctica para librarse<br />
de ello.<br />
Derrotada por sus recuerdos reprimidos,<br />
se llevó las manos al rostro y aun<br />
sin quererlo, permitió que la oscuridad<br />
sirviera de transición y viajó al penoso<br />
accidente del 9 de marzo de 1997. No<br />
siempre Sofía tuvo fobia por el baño. A<br />
la edad de ocho años se mostraba muy<br />
entusiasta tanto por la idea de estar<br />
limpia, como por el potencial de juego<br />
que le ofrecía el agua.<br />
Desafortunadamente eso se había<br />
visto interrumpido por su hermano menor,<br />
Hugo de apenas cinco años. El niño<br />
era travieso como todos a su edad, pero<br />
con la característica adicional de ser enfermizamente<br />
curioso. Lo que más disfrutaba<br />
en la vida era poner el bote de<br />
la ropa sucia sobre el inodoro del baño<br />
de su hermana mientras esta se bañaba,<br />
escalar su escalera improvisada y observarla<br />
durante los quince, veinte o hasta<br />
treinta minutos que durara ahí.<br />
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