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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

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Capítulo 4<br />

Antoine Macquart regresó a Plassans tras la caída <strong>de</strong> Napoleón. Había<br />

tenido la increíble suerte <strong>de</strong> no participar en ninguna <strong>de</strong> las últimas y<br />

mortíferas campañas <strong>de</strong>l Imperio. Se había arrastrado <strong>de</strong> puesto en puesto<br />

sin que nada lo sacara <strong>de</strong> su vida embrutecida <strong>de</strong> soldado. Esa vida acabó<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrollar sus vicios naturales. Su pereza se volvió razonada; sus<br />

borracheras, que le valieron un número incalculable <strong>de</strong> castigos, fueron<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces a sus ojos una verda<strong>de</strong>ra religión. Pero lo que lo convirtió<br />

sobre todo en el peor <strong>de</strong> <strong>los</strong> granujas fue el gran <strong>de</strong>sdén que concibió por<br />

<strong>los</strong> pobres diab<strong>los</strong> que se ganaban por la mañana su pan <strong>de</strong> la noche.<br />

—Tengo dinero en el pueblo —<strong>de</strong>cía a menudo a sus camaradas—;<br />

cuando me <strong>de</strong>n la licencia, podré vivir como un burgués.<br />

Esta creencia y su crasa ignorancia le impidieron ascen<strong>de</strong>r ni siquiera al<br />

grado <strong>de</strong> cabo.<br />

Des<strong>de</strong> su partida, no había ido a pasar ni un día <strong>de</strong> permiso a Plassans,<br />

pues su hermano inventaba mil pretextos para tenerlo alejado. Por eso<br />

ignoraba por completo la hábil forma en que Pierre se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong><br />

la <strong>fortuna</strong> <strong>de</strong> su madre. Adélaï<strong>de</strong>, en la indiferencia profunda en que vivía,<br />

no le escribió sino tres veces, para <strong>de</strong>cirle simplemente que se encontraba<br />

bien. El silencio que solía acoger sus numerosas peticiones <strong>de</strong> dinero no le<br />

infundió ninguna sospecha; la roñosería <strong>de</strong> Pierre bastaba para explicarle<br />

las dificulta<strong>de</strong>s que experimentaba para arrancar, <strong>de</strong> vez en cuando, una<br />

miserable pieza <strong>de</strong> veinte francos. Por lo <strong>de</strong>más, eso no hizo sino<br />

aumentar el rencor contra su hermano, que le <strong>de</strong>jaba pudrirse en el<br />

servicio, pese a su promesa formal <strong>de</strong> rescatarlo. Se juraba, al regresar a<br />

casa, que no volvería a obe<strong>de</strong>cer como un chiquillo y que reclamaría<br />

rotundamente su parte <strong>de</strong> la <strong>fortuna</strong>, para vivir a su gusto. Soñó, en la<br />

diligencia que lo traía, con una <strong>de</strong>liciosa existencia <strong>de</strong> pereza. El<br />

<strong>de</strong>rrumbamiento <strong>de</strong> sus castil<strong>los</strong> en el aire fue terrible. Cuando llegó al<br />

arrabal y no reconoció ya el cercado <strong>de</strong> <strong>los</strong> Fouque, se quedó atónito.<br />

Tuvo que preguntar la nueva dirección <strong>de</strong> su madre. Allí hubo una escena<br />

espantosa. Adélaï<strong>de</strong> le comunicó tranquilamente la venta <strong>de</strong> sus bienes. Él<br />

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