04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

cabeza. Me ha recordado a Leónidas en las Termópilas… ¿Ha sido usted,<br />

madre, la que le ha dado ese aspecto? —Y alegremente, con gesto<br />

resuelto—: ¡Qué le vamos a hacer! exclamó, ¡soy bonapartista!… Papá no<br />

es hombre como para <strong>de</strong>jarse matar sin que eso le rente mucho.<br />

—Y tú tienes razón —dijo su madre—; no puedo hablar, pero mañana<br />

verás.<br />

Aristi<strong>de</strong> no insistió, le juró que pronto estaría orgul<strong>los</strong>a <strong>de</strong> él; y se marchó,<br />

mientras Felicité, sintiendo que <strong>de</strong>spertaban sus antiguas preferencias, se<br />

<strong>de</strong>cía en la ventana, al mirarlo alejarse, que tenía un ingenio <strong>de</strong> todos <strong>los</strong><br />

diab<strong>los</strong>, y que jamás habría tenido valor para <strong>de</strong>jarle partir sin ponerlo por<br />

fin en el buen camino.<br />

Por tercera vez la noche, la noche llena <strong>de</strong> angustia, caía sobre Plassans.<br />

<strong>La</strong> ciudad agonizante estaba en <strong>los</strong> últimos estertores. Los burgueses<br />

regresaban rápidamente a su casa; se atrancaban puertas con gran<br />

estrépito <strong>de</strong> pernos y barras <strong>de</strong> hierro. <strong>La</strong> sensación general parecía ser<br />

que Plassans ya no existiría al día siguiente, que se habría abismado bajo<br />

tierra o evaporado en el cielo. Cuando <strong>Rougon</strong> volvió a cenar encontró las<br />

calles totalmente <strong>de</strong>siertas. Esa soledad lo puso triste y melancólico. Por<br />

ello, al final <strong>de</strong> la cena, tuvo una <strong>de</strong>bilidad, y preguntó a su mujer si era<br />

necesario proseguir con la insurrección que Macquart preparaba.<br />

—Se acabó la maledicencia —dijo—. ¡Si hubieras visto a <strong>los</strong> señores <strong>de</strong> la<br />

ciudad nueva cómo me saludaron! No me parece muy útil ahora matar a<br />

gente. ¿Eh? ¿Qué piensas? Haremos nuestro agosto sin eso.<br />

—¡Ay, qué blan<strong>de</strong>ngue eres! —exclamó Félicité con cólera—. ¡Eres tú el<br />

que tuviste la i<strong>de</strong>a, y ya estás retrocediendo! ¡Te digo que nunca harás<br />

nada sin mí!… Sigue, sigue por tu camino. ¿Es que <strong>los</strong> republicanos te<br />

perdonarían si te tuvieran?<br />

<strong>Rougon</strong>, <strong>de</strong> regreso a la alcaldía, preparó la emboscada. Granoux le fue<br />

<strong>de</strong> gran utilidad. Lo envió a llevar sus ór<strong>de</strong>nes a <strong>los</strong> distintos retenes que<br />

custodiaban las murallas; <strong>los</strong> guardias nacionales <strong>de</strong>bían dirigirse al<br />

ayuntamiento en grupitos, lo más secretamente posible. Roudier, ese<br />

burgués parisiense <strong>de</strong>spistado en provincias, que habría podido arruinar el<br />

asunto predicando humanidad, ni siquiera fue advertido. Hacia las once, el<br />

patio <strong>de</strong> la alcaldía estaba lleno <strong>de</strong> guardias nacionales. <strong>Rougon</strong> <strong>los</strong><br />

asustó; les dijo que <strong>los</strong> republicanos que habían quedado en Plassans<br />

266

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!