04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

parte, <strong>de</strong> par en par; se plantaban ante el espejo, en el cual la bala había<br />

hecho un agujero redondo, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> partían anchas grietas; <strong>de</strong>spués<br />

todos murmuraban la misma fiase:<br />

—¡Caray! ¡Pues sí que la bala tenía fuerza!<br />

Y se marchaban, convencidos.<br />

Félicité, en su ventana, aspiraba con <strong>de</strong>licia esos rumores, esas voces<br />

elogiosas y agra<strong>de</strong>cidas que ascendían <strong>de</strong> la ciudad. Todo Plassans, en<br />

esos momentos, se ocupaba <strong>de</strong> su marido; ella percibía <strong>los</strong> dos barrios,<br />

bajo ella, que se estremecían, que le enviaban la esperanza <strong>de</strong> un próximo<br />

triunfo. ¡Ah! ¡Cómo iba a aplastar esa ciudad que se ponía tan tar<strong>de</strong> bajo<br />

sus talones! Todos sus agravios regresaron, sus amarguras pasadas<br />

redoblaron sus apetitos <strong>de</strong> disfrute inmediato.<br />

Dejó la ventana, dio lentamente una vuelta por el salón. Era allí don<strong>de</strong>,<br />

hacía un instante, las manos se tendían hacia el<strong>los</strong>. Habían vencido, la<br />

burguesía estaba a sus pies. El salón amarillo le pareció santificado. Los<br />

muebles cojos, el terciopelo raído, la araña negra <strong>de</strong> cagadas <strong>de</strong> mosca,<br />

todas esas ruinas cobraron a sus ojos un aspecto <strong>de</strong> <strong>de</strong>spojos gloriosos en<br />

un campo <strong>de</strong> batalla. <strong>La</strong> llanura <strong>de</strong> Austerlitz no le habría causado una<br />

emoción tan honda.<br />

Cuando volvía a asomarse a la ventana, vio a Aristi<strong>de</strong> que mero<strong>de</strong>aba por<br />

la plaza <strong>de</strong> la Subprefectura, con la nariz hacia arriba. Le hizo señas <strong>de</strong><br />

que subiera. Parecía no esperar sino esta llamada.<br />

—Entra <strong>de</strong> una vez —le dijo su madre en el <strong>de</strong>scansillo, al verlo vacilar—.<br />

Tu padre no está. —Aristi<strong>de</strong> tenía el aire torpe <strong>de</strong> un hijo pródigo. Hacía<br />

cerca <strong>de</strong> cuatro años que no había vuelto a entrar en el salón amarillo.<br />

Llevaba aún el brazo en cabestrillo—. ¿Te sigue doliendo la mano? —le<br />

preguntó burlonamente Félicité.<br />

Él se ruborizó, respondió con cortedad:<br />

—¡Oh! Va mucho mejor, está casi curada.<br />

Después se puso a dar vueltas, sin saber qué <strong>de</strong>cir. Félicité acudió en su<br />

ayuda:<br />

—¿Has oído hablar <strong>de</strong>l gran comportamiento <strong>de</strong> tu padre? —prosiguió.<br />

228

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!