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Cátedra Avícola & Agropecuaria Junio - Julio 2020

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otras barreras deseables pero no realizables

en el marco legal actual, como

barreras comerciales respecto de la

protección de la soberanía alimentaria,

o sanitarias que pueda hacer reales el

SENASA, aduaneras, o inclusive relacionadas

con la pandemia, algo como solicitar

un Certificado de Libre de

Covid-19, tanto a la cadena productiva

de ese ovoproducto como al transporte

que lo ingrese a territorio argentino.

¿Cuales son las debilidades de un

producto de otro país? Las reales: el

tiempo desde su producción es mayor

al nuestro, o sea que la frescura es más

cuestionable; el conocer al productor es

muy difícil; el hecho de que un huevo

fresco venga desde lejos sería una gran

desventaja a ojos del consumidor. El tema

es que el consumidor final lo sepa...

¿lo sabrá?, ¿hay forma de que está al

tanto?

En un primer análisis, que podemos

ubicar en un nivel de protección de

mercado-país, y que apuntaría a aprovechar

el sentimiento nacionalista del

consumidor, podemos tratar entonces

de que la producción nacional esté

identificada de alguna forma, pudiendo

ser con algún emblema generado por la

Cámara Argentina de Productores Avícolas

(CAPIA), que se presente en envases,

sellos de huevo, depósitos, o bien

que SENASA obligue a que el origen

transnacional de ese producto sea evidente

con algún tipo de identificación.

Tengamos en cuenta que en el futuro

que viene, con mucha mas desocupación,

el trabajo argentino también es

un valor que será apreciado por el consumidor,

y ese es un hecho que no habría

que dejar de aprovechar en algún

tipo de publicidad.

Incluso, podríamos generar con las

fábricas de maples un color de maple

“argentino”, que no sea en lo inmediato

imitable; esto por supuesto en el caso

de que la potencial importación llegue

a venderse en ese envase.

También, alineado en este tema, podría

funcionar una política de certificación

sanitaria “privada”, con un sello

que exprese que el producto está libre

de algún patógeno que esté inserto en

el imaginario del público.

Obviamente cualquier medida de

este tipo requiere extrema coordinación

entre productores y un basamento

científico real, para lo cual CAPIA, nuestra

cámara, es clave. En este sentido

podemos ir a un sello de “Libre Salmonella”,

que otorgaría un potencial sesgo

negativo a quien no lo esgrima, o de alguna

patología aviar que no se encuentre

activa dentro de nuestras fronteras.

En otro nivel de análisis, el de cada

productor, ante una amenaza “generalista”

–y esto no sólo aplica a una amenaza

transnacional, sino también a una

zona que nos amenace, o a un colega

que juegue con precios bajos–, otra respuesta

posible y positiva en cualquier

escenario es tratar de generar nuestro

propio espacio. Esto lo podemos lograr

construyendo nuestro propio nicho de

comercialización; desde los súper básicos

de lograr un buen nivel de pigmentación

en la yema, implementar la irradiación

con luz ultravioleta de nuestra

producción, invertir en el sellado de

huevos para mejorar la trazabilidad,

garantizar su frescura y así fidelizar a

nuestro consumidor final.

En cuanto a la comercialización,

qué importante sería construir marcas

de verdad, y qué útil sería que la comercialización

mayorista –hoy en muchos

casos en manos de comerciantes

que con gusto transitarían al huevo

brasilero–, esté en manos de productores

que se asocien para profesionalizar

esa ardua tarea de comercializar que

dejamos en manos de grandes mayoristas

o depósitos.

Pero mas allá de ese mercado básico,

inicial, de diferenciar nuestra producción,

existe un camino mas difícil y

sofisticado, que garantiza con mas firmeza

ser el dueño de su mercado a

quien lo transite. Y es un camino que

nos lleva a abreviar en lo que las nuevas

generaciones traen a nuestra cultura,

para quedarse: bienestar animal, veganismo

–¡qué desafío!–, funcionalidad

del alimento, practicidad... ¡que mezcla

de conceptos!

En un futuro, si lográramos educar

a nuestros consumidores de forma de

convertirlos en sofisticados conocedores

y amantes de los nichos, ¡que gran

barrera sería para proteger nuestra producción!,

¡cuanto nos alejaríamos del

commodity!, ¡que difícil para un jugador

externo sería traer mercadería a

mansalva!

Pero este desafío nos lleva a tratar

con fuego y decisiones económicas importantes,

veamos. En el caso de que

nuestro puntal sea el bienestar animal,

al día de hoy parecería que los puntos

intermedios entre nuestros sistemas

mayoritarios de producción y los sistemas

“cage free”–esto es, que el ave no

sea alojada en jaulas– no serían apreciados,

en mi opinión, por un consumidor

dispuesto a pagar mas que el básico. Es

decir, que más espacio en la jaula, o rascadores,

no son herramientas para

marketing. Pero sí la gallina libre de

jaula; sí, y tal vez más, el sistema “freerange”,

o sea que el ave tenga acceso al

exterior. Es muy posible que el consumidor

informado del mundo vegano

sea mas permeable a transar consumiendo

huevos de estos sistemas que

de los actuales, aunque estos últimos

tengan muchas razones para ser defendidos,

como sanitariamente más seguros,

más eficientes desde todo punto de

vista y no menos culpables de la hipotética

felicidad de la gallina.

Además, el productor que decida

ampliarse a estos sistemas Millenial

Friendly, tendrá abiertos además, a trapág.

31 • junio - julio 2020 |

CA&A

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