Revista ConSciencia La Salle Cuernavaca No.36
Revista de investigación de la Escuela de Psicología de la Universidad La Salle Cuernavaca
Revista de investigación de la Escuela de Psicología de la Universidad La Salle Cuernavaca
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Laberintos de la mente IV
lo consultaban era vasta. Llegaban de muy distintos lugares
y a todos les daba el mismo trato, así fueran de algún
pueblo alejado o de la colonia más lujosa de esta ciudad
del Bajío.
Don Marco llegó puntual acompañado de Jesús, quien se dirigió
inmediatamente al escritorio de la secretaria para mencionarle
que tenían una cita a esa hora. Ramos no tardó en
aparecer y los invitó a pasar. Jesús se quedó en la sala de
espera mientras su patrón entraba a consulta. Don Marco le
expresó que le aquejaba un ligero dolor de cabeza desde hacía
algunos días. Después de las preguntas habituales para
tener una mínima ficha clínica del “ahora” paciente, Ramos
le dio una receta y le comentó que en caso de persistir el
dolor regresara. Hecho que no sucedió.
Sin embargo, meses después don Marco estaba de regreso.
El terrible dolor de estómago que lo tenía doblegado gran
parte del día no se comparaba con la aterradora angustia
ya insoportable en ese momento. A lo largo de sus 48 años
tuvo muchas y muy variadas experiencias que lo forjaron
como un hombre casi indoblegable. Ahora el enemigo era invisible
e intangible: un fantasma que adoptaba diversas formas;
en ocasiones llegaba intempestivamente y se quedaba
merodeando varios días.
Después de la revisión, el Dr. Ramos lo refirió con el Dr. Enrique
Zavaleta, un psiquiatra que tenía su consultorio en el
mismo edificio. La prescripción médica de ambos dio resultado
y al poco tiempo don Marco recuperó su estabilidad
y bienestar. Los agradecimientos no tardaron. Una semana
después Jesús llegó al consultorio para entregarle un obsequio
al Dr. Ramos, quien de inmediato se negó recibirlo, aduciendo
que era su deber profesional atender a sus pacientes
y no tendría que molestarse por darle algún obsequio. Jesús
le sugirió no rechazar el regalo de don Marco.
—No quisiera usted ser malagradecido con él, ya que podría
venir a dárselo personalmente y no lo haría de buen modo
–le dijo.
Se trataba de una pequeña y valiosa estatuilla que representaba
a un galeno. No cabía duda de que era un obsequio de
gran gusto e indudable valor económico.
Ramos no pudo aguantar más, la curiosidad lo llevó a averiguar
sobre la estatuilla. Buscó en internet y cuando supo de
qué estaba hecha y el valor aproximado, confirmó que no se
trataba de un hombre común.
—Esto no me gusta –murmuró.
Algunas semanas después, el Dr. Ramos tuvo nuevamente la
sorpresiva visita de Jesús. Lo acompañaba otro hombre con
vestimenta usual para la región, pero con algunas peculiaridades:
el pantalón de mezclilla tenía incrustaciones, al parecer
de oro, en las dos bolsas delanteras; las botas vaqueras
eran de piel de avestruz color vino tinto, y el cinturón y la
chamarra, también de algún exótico animal. Lo que más
sobresalía de este hombre era su corpulencia
y estatura: 1.95 metros, o más, y al
menos 100 kilos de músculos.
Fotografía: Pixabay
Jesús, en esta ocasión, le hizo a Ramos
una petición, que se escuchó más como
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