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Revista ConSciencia La Salle Cuernavaca No.36

Revista de investigación de la Escuela de Psicología de la Universidad La Salle Cuernavaca

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Laberintos de la mente IV

—No creo que lo tomen nada bien, ¿no crees, Eduardo?

—Le diré a don Marco que deje de intimidarnos –la respuesta

de Ramos dejó atónito a Enrique; temió lo peor.

Don Marco se bajó el pantalón y le dijo a Zavaleta que lo

pinchara. Enrique sintió que volvía a respirar. Después de inyectarlo,

Zavaleta le pidió que se acostara para descansar.

Pasaron los minutos bajo un silencio sepulcral.

Zavaleta no tenía duda de que se trataba de un estado

psicótico provocado por intoxicación con algún enervante

y que tendrían que internarlo. Muchas horas pasaron hasta

que don Marco se mostró más tranquilo. Tiempo después,

con mucho esfuerzo le gritó a Jesús, quien presuroso tocó la

puerta antes de entrar.

—¿Qué se le ofrece, patrón?

—Tráeles algo de tomar, lo que quieran.

Pareciera como una frase trillada que utilizaba frecuentemente

y de manera automática.

Jesús les preguntó qué querían. Zavaleta, sin dudar, pidió un

tequila reposado. La respuesta de Ramos tardó, pero como si

fuera la única opción, pidió lo mismo.

Al salir Jesús de la recámara, Zavaleta se atrevió a preguntarle

a don Marco sobre las cosas que había en su

casa. Le aseveró a don Marco que podía notarse su gusto

por el arte y, aunque no le respondió, sabía que estaba

atento a sus preguntas. Zavaleta recuperó la tranquilidad

por completo cuando don Marco le dijo al Dr. Ramos que

parecía niño asustado. Todos soltaron una estruendosa

carcajada.

Habiéndose terminado el tequila seguía muy atento a las

reacciones de don Marco, quien se mostró somnoliento, se

acercó a su cama, se estiró a lo largo con la cabeza sobre dos

almohadas, cerró los ojos y al poco tiempo ya dormía.

Fotografía: Pixabay

Revista ConSciencia de la Escuela de Psicología

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