Revista ConSciencia La Salle Cuernavaca No.36
Revista de investigación de la Escuela de Psicología de la Universidad La Salle Cuernavaca
Revista de investigación de la Escuela de Psicología de la Universidad La Salle Cuernavaca
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Laberintos de la mente IV
Fotografía: Pixabay
—Estamos llegando –dijo Jesús. Sintieron cómo disminuía la
velocidad hasta quedar totalmente parada la camioneta. Se
escuchó el portazo de la puerta del copiloto y dos portazos
más de la otra camioneta.
—¡Pedro, tráelos! –gritó Jesús.
Caminaron cerca de 30 metros, que sintieron como la antesala
de la silla eléctrica. Los sentaron a cada uno en un sillón
de piel y les quitaron la venda. Zavaleta se impresionó al
ver lo fastuoso del lugar y lo primero que se le ocurrió decir,
posiblemente para tratar de aminorar la intranquilidad, fue
“aquí no hay miserias”. Jesús y sus acompañantes habían
desaparecido.
—Es impresionante lo que tienen aquí –seguía diciendo Zavaleta,
refiriéndose a las cabezas disecadas, la colección de
escopetas, los jarrones chinos y, para su sorpresa, también
cuadros de grandes artistas plásticos. Reconoció algunos de
Rivera, del Dr. Atl y de Remedios Varo.
Ramos se alejó de la voz de Zavaleta, mientras el prestigiado
psiquiatra se seguía deslumbrando con lo que podía mirar.
Una pequeña figura de jade lo transportó de inmediato
a su vida adolescente. Podía recrear el día que conoció a
Ruth y todos los demás que siguieron hasta ese momento.
De joven la miraba mientras ella jugaba voleibol. Podía pasarse
el día siguiéndola como sombra, sin que ella se diera
cuenta. Ramos nunca se cansará de decir que es la mujer
más hermosa que ha visto. Presa de mutismo e impávido,
no quería echar un vistazo a todo eso que podría estar admirando.
—¿Qué nos van a hacer, Enrique?
—No lo sé, y prefiero no pensar.
—¿Qué tal si nos están confundiendo? –continuó Ramos.
—¿Con quién?, no seas ingenuo –le respondió Enrique–, seguro
don Marco está grave y por eso nos trajeron.
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