Revista ConSciencia La Salle Cuernavaca No.36
Revista de investigación de la Escuela de Psicología de la Universidad La Salle Cuernavaca
Revista de investigación de la Escuela de Psicología de la Universidad La Salle Cuernavaca
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Laberintos de la mente IV
—No fallen… no fallen… –repitió Jesús al tiempo que asentía
con la cabeza.
Zavaleta se le acercó a Ramos para explicarle en voz baja que
cuando la mente tiene diferentes opciones y quiere decidirse
al mismo tiempo sobre más de una, se diluye la ayuda que
podríamos brindarle.
—No te entiendo –contestó Eduardo, ante lo que el eminente
psiquiatra sólo le pidió serenidad y mucho silencio.
Zavaleta hizo las preguntas.
—¿Cómo está, don Marco? Nos dice Jesús que no se siente
bien –don Marco no respondió. Antes de que Ramos hiciera
alguna pregunta, Enrique le pidió que no hablara.
—Somos el Dr. Ramos y el Dr. Zavaleta –espetó, al tiempo
que le extendía la mano para saludarlo.
Don Marco no reaccionó. Zavaleta insistió diciéndole que
Jesús les había dicho que no se sentía bien. Don Marco se levantó
del sillón y empezó a caminar dentro de la habitación
como si fuera una fiera enjaulada. Los miraba y volvía a clavar
los ojos en algún lugar de la habitación. Zavaleta sabía que
se trataba de una característica de los estados de confusión.
Se quedó callado esperando a que los reconociera para poder
ampliar la conversación.
Eduardo Ramos no entendía qué hacía su colega. En su consulta
siempre preguntaba a sus pacientes sobre los síntomas
que les aquejaban, no entendía en qué podría ayudarles que
ahí con don Marco se quedaran callados.
Enrique Zavaleta, con su larga experiencia como clínico, sabía
que tendría que ser muy cauteloso con sus preguntas, para
no despertar ninguna inquietud en don Marco, sin descuidar
que podría presentar ideas delirantes. Según les informó
Jesús, ya las había tenido previamente, como les comentó
durante el trayecto de su consultorio al lugar en donde se
encontraban.
—Hace algunos años tuvo una crisis parecida, de poco tiempo.
Yo no entiendo de alucinaciones –comentó Jesús–, pero
por lo que decía el patrón, era como si se tratara de otra persona.
Sí nos ha dado sustos, y agregó, a veces le gusta entretenerse
con nieve –concluyó. (No entendí qué relación tiene
la nieve aquí.)
—¿Cómo con nieve? Sea más explícito, es importante saberlo.
—Con cocaína, doctor, con cocaína –le contestó subrayando
la palabra.
Zavaleta sabía que eran síntomas comunes de los brotes
psicóticos, una psicosis tóxica probablemente; sólo le faltaba
saber qué tan desorganizado era su comportamiento
y cómo estaba el contenido y curso de su lenguaje verbal
para corroborar el diagnóstico. Temió que si no actuaban con
sapiencia, el cuadro clínico pudiera agravarse y don Marco
presentara mayor desorganización mental, pues ya notaba
en él angustia de aniquilación. También Zavaleta sabía que,
paradójicamente como una defensa, estos estados anuncian
una catástrofe mayor.
La percepción de grandiosidad que tenía este sujeto se
vio amenazada. Enrique Zavaleta sabía que las fantasías
de destrucción no permiten pensar a quien las padece;
temía que en cualquier momento surgiera un ataque o
una airada reclamación hacia ellos. Él no dudaba en cómo
debía actuar, pero en ese momento quien le preocupaba
era su colega, pues cada vez lo veía más aturdido y confundido.
Revista ConSciencia de la Escuela de Psicología
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