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Revista ConSciencia La Salle Cuernavaca No.36

Revista de investigación de la Escuela de Psicología de la Universidad La Salle Cuernavaca

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La muerte nos persiguió a tres...

tuacional, el autor decide citar a la gente que menciona con

sus nombres y apellidos (a menos de quiera evitar el riesgo

de ponerlos en aprietos), e incluso dar una breve semblanza

situada al final de los anexos.

Igualmente es importante notar cómo en este libro, como

en otros testimoniales, la experiencia de conformación de un

movimiento, un frente, un grupo, recorre diversas etapas, no

siempre idénticas y no siempre conscientes ni volitivas. Aquí,

como señalaba antes, el movimiento se inicia gracias a los

amigos y compañeros cercanos del autor. Su marcha encuentra

eco en otros activistas e intelectuales que le dan un espaldarazo

o que se unen a él (en este caso, por ejemplo, Emilio

Álvarez Icaza o, al inicio, Sergio Aguayo, el padre Concha, el

obispo Raúl Vera, los campesinos de Atenco, el apoyo de los

zapatistas en San Cristóbal de las Casas y muchos más) o de

periodistas que le abrieron su espacio (Proceso, La Jornada,

Carmen Aristegui, entre otros). Pero, sobre todo, toca y convoca

a personas de todo el país que han vivido la situación de

ser víctimas por negligencia, connivencia o directamente de

un poder político al que exigen justicia, y que aun viniendo

de lejos se suman al caminar de las caravanas, entre ellos,

cito a tres personas de manera simbólica. Araceli Rodríguez:

“La conoció durante la marcha que el 5 de mayo de 2011 iniciaron

de Cuernavaca a la Ciudad de México. Bajita, gordita,

la nariz afilada y el rostro devorado por meses de sufrimiento

y de desprecio le habló de su hijo, Luis Ángel […]” (62),

Nepomuceno Moreno (que fue asesinado en su búsqueda) o

el menonita Julián LeBarón (quién posteriormente se separó

del MPJD). Algunas víctimas pudieron acceder a cierto tipo

de justicia o al menos saber cómo y dónde había desaparecido

su familiar, cito: “[…] volvió a escuchar las palabras que

Araceli le susurró poco antes de su partida al Arca: ‘¿Sabes?,

tuve que escuchar a los asesinos: lo torturaron, lo asesinaron

y luego, en un páramo desolado, disolvieron su cuerpo en

ácido. Hace unos días fui allí a buscar un pedacito suyo, un

pedazo de sus huesos. Sólo hay aguacates […]’” (63); otras

víctimas lograron sentir que no estaban solas; otras más se

alejaron, sobre todo aquellas que no tenían el mismo objetivo,

como Miranda ExdeWallace (escrito así a propósito) o

Alejandro Martí. Este movimiento que se incendió como una

llamarada al grito de “Estamos hasta la madre”, que fue creciendo

de manera no prevista, tuvo que tomar decisiones

sobre las rodillas. Éstas recaían en el Poeta (es una manera en

la que el narrador designa a Sicilia) y en su gente más cercana,

lo que ocasionó ciertas decisiones difíciles, por ejemplo,

entre la estrategia propuesta por Álvarez Icaza de sentarse a

dialogar con lo más alto de la clase política, y la propuesta

del gandhiano Pietro Ameglio de presionar desde las bases

manteniéndose al margen del poder. Dice Pietro: “El corazón

del Estado, tú no lo has dejado de señalar, y con justa razón,

está podrido. Con un Estado así no se pacta” (113). Álvarez

Icaza: “El Estado está muy mal, pero es el que tenemos, Pietro.

Si perdemos de vista la necesidad de confrontarlo para

que haga justicia y cambie su estrategia de seguridad, todo

se perderá en una inmensa y más peligrosa violencia” (114).

Cierro aquí con este punto que debe profundizarse, pues los

encuentros, como cuenta el narrador, con el gobierno calderonista

y con el poder Legislativo fueron fallidos; con el

poder Judicial nunca se concretó nada; y con los candidatos

a la presidencia no tuvo eco en quien finalmente usurpó esa

plaza. Los diálogos privados entre Sicilia y el presidente Calderón

no alcanzaron al ser humano en el segundo, cerrado

en su caparazón. ¿Fue un David que vivió la impotencia del

uso de la honda sencilla del diálogo frente a un Goliath de

siete cabezas? ¿O fue un David que aún no termina la pelea

y sigue sembrando por aquí y por allá? Sólo la historia podrá

poner las cosas bajo su luz correcta.

Finalmente quiero tratar un tema que abordé al inicio. La

subjetividad de la víctima y testigo que es Javier Sicilia. Retomo

la distinción y unión a la que aludí arriba entre singular y

universal, y que se atribuye al filósofo alemán Hegel. Lo singular

es un ente concreto: el árbol de mi casa. Lo universal es

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