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FAR WEST JUSTICE
Pinceladas jurídicas en las películas del oeste
Por Rita María Sánchez Molina
Colegiada 1740
La palabra wéstern es un
adjetivo derivado del inglés
Cinefilia
west (oeste) que se sustantivó,
acentuó e incorporó al
diccionario de la RAE para
hacer referencia fundamentalmente
a obras cinematográficas
y literarias. En España,
y especialmente en
esta Almería nuestra que tanta relación tiene con el género,
a estas producciones se las suele llamar películas del oeste
o de vaqueros y su iconografía ha trascendido las pantallas
de los cines incorporándose al imaginario colectivo.
De hecho, en los años del baby boom era frecuente regalar
a los niños (y regañar a las niñas si querían jugar con él) el
Fuerte Comansi que, como he comprobado de primera mano,
sigue disponible como “Fort-tin” en la web oficial de la
empresa juguetera y con el que, según su publicidad, “tendrás
el mejor cuerpo de federales, podrás cabalgar con los
mejores vaqueros y ser uno de los indios más salvajes y temibles
del lejano oeste”. Como vemos, lo políticamente correcto
no ha conseguido infiltrarse en este juguete, reflejo de todo
un firmamento de celuloide: los vaqueros siguen siendo
los buenos y los indios continúan tan feroces y dan tanto
miedo como antaño.
Aunque languidece y lleva agonizando desde los años 70 del
siglo pasado, este género se resiste a la defunción y aún hoy
se producen filmes incardinados en ese cosmos salvaje y
violento, lleno de venganzas alimentadas a fuego lento y
servidas bien frías, de pasiones de los fuertes, repleto de
esos espacios abiertos con indio a caballo al fondo, escenarios
comunes e imágenes icónicas que han quedado para
siempre en la mente de los cinéfilos: el matojo arrastrado
por el viento, las cabalgadas, los terneros cruzando los ríos
ensogados por vaqueros que fuman Marlboro (y luego mueren
de cáncer), la fiebre del oro, el Yukon helado con lobos
acechantes, los indios y sus cementerios poblados de fantasmas,
los bisontes…
Todo un mundo recientemente recreado en la serie mitad
SyFy y mitad drama filosófico “Westworld” (HBO, en emisión,
1er episodio 2016) en la que los robots de un parque de
diversiones futurista ambientado en el salvaje oeste enloquecen.
Parece que, al igual que muchos de sus protagonistas,
el wéstern es francamente difícil de matar.
Algunas de estas películas del oeste tienen al frente grandísimos
directores del cine yanqui que -por razones históricas-
en realidad abarca todas las nacionalidades. Y pocas de
ellas contienen conceptos jurídicos ya que en general lo que
importa es que los tiros den donde y cuando corresponda.
De este escaso puñado de filmes llama la atención que, al
menos cuatro, se centran más o menos a las claras en un
personaje histórico cuyas increíbles “hazañas” judiciales resultan
tan novelescas que se diría que su propia persona sólo
puede ser producto de la calenturienta imaginación de un
Cartel original de COMETIERON DOS ERRORES, 1968, primera
producción de Malpaso Productions, con su impronunciable título que
podríamos traducir como "colgando desde lo alto".
guionista estupefaciente. Nos referimos al ínclito “juez de la
horca”, Phantly Roy Bean (1825-1903), que se hacía llamar
a sí mismo “la ley al oeste del Pecos” e impartía justicia
amparado en cualquier libro que tuviera a mano en el saloon
de su propiedad situado al oeste de Texas, en un tramo desolado
del desierto de Chihuahua.
El bueno de Roy se independizó a los 15 años marchándose
con su hermano Sam a Chihuahua donde demostró precozmente
sus habilidades asesinando a un lugareño, lo que le
obligó a huir a California en compañía de su hermano Joshua,
que llegaría a ser el primer alcalde de San Diego. Fue
arrestado tras herir en un duelo a un tal Collins, fugándose
poco después y regresando a Nuevo México para hacerse
cargo del saloon de su asesinado hermano Sam y dedicarse
simultáneamente al contrabando de armas. En 1866 se casó
y hasta 1882 mantuvo a su familia (tuvo cinco hijos) vendiendo
de puerta en puerta madera y leche aguada hasta que
abandonó su matrimonio y sus negocios ilegales marchándose
a Vinegaroon, una ciudad dormitorio al final de la línea
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