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OBITUARIOS

titulé La ciudad repartida”. “Me adelanté”, subrayó el abogado,

“con intuición a plasmar en ese libro, sin pretensión de

publicar, sobre los mentideros de una sociedad . . . ¡excluyente!

Tomé prudentes distancias y en unión de un decálogo de

mandamientos canalicé mi vida con proyección hacia el mundo.

Media docena de apellidos imponían, con rencores mutuos,

las pautas feudales del pueblo emigrante almeriense.

Me salvó muy temprano Inglaterra y formé a tiempo mi activo

aislado del medio, de ciertos medios y del común asfixiante.

Hoy ya es historia y la distancia me sabe a trasparencia”, me

dijo en su piso de Huércal de Almería, antes de mudarse a

Fondón. Fernández rememoró: “Me jugué la vida. Todo fue

una mentira bufa orquestada por la Guardia Civil. Hay que sobreponerse

a ese trauma, estaba todo dirigido a la impunidad.

El poder de la Guardia Civil, el circuito de jueces, fiscales, todo

apuntaba a que fuese al archivo. Fue una lucha verdaderamente

titánica. Hasta el punto que yo tuve que comprar una

casa-cueva porque me pusieron explosivos en el coche, en

casa y en la comunidad donde yo vivía, y ahí estuve recluido

más de un año. Son impactos tremendos. Fue todo absolutamente

consciente. Estuvieron trabajando a favor de la impunidad,

hicieron como siete informes de autopsias distintas

para hacerlos coincidir con la versión oficial. Me jugué la vida

bien jugada. Fui enlazando cosas sin ninguna colaboración

policial ni testifical, porque estaban amedrentados todos”.

Su consuelo: “el pueblo dictó su sentencia y la Guardia Civil

estrenó su alba con jóvenes generaciones sin temores al

¡mando! Entretanto, te confieso: llevo como una losa el dulce

calvario de sentirme el ¡CUARTO MUERTO… ASESINADO!”,

me dijo el pasado 11 de marzo en una amplia y detallada entrevista

para una próxima publicación. El abogado vio en 1987

resuelto favorablemente un expediente que le abrió el Colegio

de Abogados de Almería, presidido por Monterreal Alemán en

1981 durante el inicio del Caso Almería. Darío Fernández Álvarez

ha superado desafíos constantes a lo largo de su vida.

La última pena de muerte dictada en España tenía como protagonista

a un hombre, Juan Antonio Vázquez Díaz, acusado

de robar en una caja de ahorros en el poniente almeriense.

Salvó la vida del condenado y marcó un hito en la abogacía española

que intentaba salir de la dictadura. En ese juicio, comenzó

a tener reconocimiento fuera de las fronteras provinciales.

Fue el abogado que defendió al mafioso buscado internacionalmente

Bardellino, a familias gitanas en Martos cuando

payos les incendiaron una treintena de viviendas. Otro caso

que atrajo la atención fue ser uno de los primeros abogados

en poner sobre la mesa los problemas de musulmanes en

Ceuta y Melilla. Estuvo en la cárcel, debido a otros asuntos

por orden de la jueza de Órgiva. (Granada) Pagó un precio de

envidias entre colegas provincianos que no soportaban sus

éxitos. Fue la pieza a batir por los algunos colegas y jueces.

“Ahonda y harás periodismo de frontera. Un abrazo”, fue la

conclusión de las últimas entrevistas.

Antonio Torres

Periodista

A MI MAESTRO JOSÉ PARRILLA TORRES

Me resulta difícil expresar lo que siento,

han sido muchas vivencias compartidas

en el despacho cuando trabajaba con él,

me acuerdo que me dijo “si quieres trabajar

conmigo tienes que seguir estudiando”,

y así lo hice hasta terminar derecho,

he estado toda mi vida de pasante

de mi maestro, ha ejercido de padre

cuando correspondía, de compañero

también, ha sido un referente para mí a

lo largo de 45 años, lo digo con orgullo y

con emoción, emoción compartida con

muchos compañeros que han pasado

por su despacho, todos hemos estado

vinculados a él, nos ha enseñado a estudiar,

trabajar y a lidiar con los clientes

que no es poco, todos hemos compartido

la profesión y la vida con esta buena persona.

Pepe Parrilla se marchó para siempre

de nuestro lado en octubre, pero a lo largo

de todos estos años ha dejado una

huella inmejorable, como persona y como

profesional, ha estado 53 años ejerciendo

la profesión de Abogado, un luchador

nato e incasable, un enamorado del derecho, un jurista

en toda regla se podía llevar horas estudiando y redactando

demandas, sin mirar el reloj y con un cigarrillo “ducados” en

la mano.

Me encuentro escribiendo este panegírico y me cuesta trabajo

pensar que no está con nosotros, me

vienen a la memoria muchas vivencias

compartidas, siempre me decía “lo primero

que hay que hacer al entrar al Despacho

es leer el periódico, ir a tomar café

a Gladys y después estudiar, trabajar y

no dejar de leer todo”, y al hilo de esto

siempre decía un chascarrillo.

Soy persona de pocas palabras, pero

desde aquí quiero expresar desde lo más

profundo, mi reconocimiento y mi pesar,

cuando una persona querida se marcha,

una parte de nuestra vida queda sin sentido

y vacía, el vacío que nos deja Pepe es

inmenso, por su profesionalidad, conocimientos,

sobre todo por ser un buen jurista

y mejor persona, no ha podido gozar

lo suficiente junto a Quica, sus hijos y

nietos de ese merecido descanso y quietud

que nos ofrece la jubilación, a pie del

despacho hasta el final, pero allá donde -

esté, seguirá estudiando y subrayando

con su lápiz de color azul y rojo.

Siempre vivirá con nosotros en nuestro

-

recuerdo, nunca podremos olvidarle, nos

-

quedamos con lo mejor de él, con sus enseñanzas, su ejemplo,

con su palabra sosegada y con su buen hacer.

Descansa en Paz maestro, compañero y amigo.

Elvira Jiménez López.

Cda 4128

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