Revista Libre Pensamiento, no. 59. Dossier: Retos del sindicalismo
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ES EVIDENTE QUE HA SUFRIDO UN CAMBIO CUALITATIVO EL CONTEXTO EN EL QUE SE DESARROLLA LA TAREA
REIVINDICATIVA Y LA NEGOCIACION COLECTIVA
Como militantes de una organización anarcosindicalista
estamos obligados a preocuparnos de los problemas
socioeconómicos de los trabajadores y a la mejora de las
condiciones sociales, pero no con la intención de mantener
el actual sistema sino de incidir en una auténtica
transformación en distintos planos y áreas. En tanto en
cuanto en el mundo libertario sigamos teniendo como
única herramienta efectiva el sindicato para esa transformación
deberemos incidir aún más en nuestros ámbitos
laborales en cuestiones que no se circunscriban únicamente
a cuestiones salariales o económicas. Tenemos
que provocar que nuestras propuestas, además de meritorias
y sugestivas sean efectivas para dar una respuesta
global y ser capaces de hacerlas extensivas y viables
para el resto de la sociedad. A partir de ahí debemos
conjugar movilización y negociación. Negociar es un
ejercicio práctico de nuestro modelo sindical. Cada vez
representamos a más trabajadores en ese ejercicio y por
lo tanto cada vez son más las dificultades y la responsabilidad.
Mas allá de los propios conflictos que se nos plantean
cada día en ese ejercicio es evidente que ha sufrido un
cambio cualitativo el contexto en el que se desarrolla la
tarea reivindicativa y la Negociación Colectiva. Por ello
conviene hacer un análisis de la evolución y cambio de
circunstancias de esos procesos para el conjunto de la
clase trabajadora.
Nuevos condicionantes de la negociación colectiva
Durante el último cuarto del siglo pasado, con el paso
del llamado Capitalismo Social al Capitalismo Liberal, se
dio un cambio de marco que ha afectado enormemente
al Proceso de Negociación. Durante los años 70 y hasta
los 80 se dio una época que se caracterizaba por la mejora
constante de las condiciones de trabajo en un marco
de relativa estabilidad laboral. Se podía avanzar poco o
mucho, según las circunstancias del momento, pero la
marcha era siempre en sentido de avance.
El capitalismo social asentaba su legitimidad en esa
capacidad para prometer un bienestar futuro basado en
la redistribución de un crecimiento continuo que necesitaba
de la fidelidad de los trabajadores. Grandes empresas
industriales orientadas al beneficio corporativo y una
cierta redistribución tutelada por el Estado (de bienestar
o paternalista).
Los trabajadores estaban representados sociológicamente
por el llamado obrero masa, generalmente referido
a los especialistas de las grandes concentraciones
industriales, que lideraban las luchas sindicales de aquellos
años. Se caracterizaba por un bienestar económico
traducido en consumo, convirtiendo al proletariado en
un productor/consumidor con perspectivas de estabilidad
laboral y económica.
El capitalismo liberal impuesto posteriormente está
definido por empresas en red orientadas al beneficio
accionarial con mayor autonomía y menor intervención
del Estado. El nuevo capitalismo no se justifica en la estabilidad
de sus estructuras sino en la amenaza constante
de su desaparición en función de un beneficio que ya no
se mide por la solidez y permanencia de la organización,
sino por la liviandad estructural, la cotización en bolsa y
la solvencia financiera. La precariedad laboral, tanto en
términos internos -con la extensión de muy variadas
modalidades de contratación temporal-, como externos
–con la proliferación de la subcontratación y externalización-,
forma parte del nuevo capitalismo y trata de
justificarse en la necesidad de maximizar las ganancias y
minimizar los riesgos del capital.
Bajo esta perspectiva, los trabajadores no pueden
recibir más que una parte ínfima de la tarta sin siquiera
poder a cambio disponer de la esperanza de una satisfacción
diferida por medio de la estabilidad laboral. El
obrero masa, y el protagonismo social de las demandas
de igualdad que llevaba asociadas, ha cedido el paso a
una pluralidad de situaciones, definidas según el lugar
que se ocupa en una estructura empresarial mucho más
flexible que dan lugar a una mayor diversidad de individuos
que se perciben a si mismos como diferentes, entre
los que las mujeres y los inmigrantes irrumpen en la imagen
estereotipada del viejo modelo de trabajador.
En estas circunstancias, hace ya tiempo que las
corrientes sindicales que se reclaman críticas hacia el
capitalismo se encuentran con serias dificultades para
encabezar y dirigir los procesos de negociación colecti-
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