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EXAMEN
Autor: José Eduardo Ferrer Vázquez
Como estudiante de secundaria hay días en los que me distraigo pensando en cosas
sin importancia, ejemplo de ello era que últimamente mi mente se ocupaba en imaginar
exactamente en qué pensaba la persona que construyó mi escuela.
Tres grandes edificios construidos alrededor de una gran explanada y un edifico más
pequeño funcionando como fachada, edifico administrativo y único acceso al recinto.
Cada uno de los grandes edificios constaba de tres pisos y tres salones por piso. Dando
un total de nueve salones por edifico y un total de veintisiete salones.
Cada edificio en algún momento tenía un nombre, pero ahora solo eran reconocidos por
Bloque A, B y C. Al entrar a la escuela por el edifico administrativo de frente quedaba el
Bloque B, a la izquierda el A y a la derecha el C.
El primer piso de cada bloque es utilizado para laboratorios de Biología en el Bloque A,
Física en el Bloque B y Química en el Bloque C. El segundo piso del Bloque A y B está
diseñado para la toma de Talleres (Corte y confección, carpintería, electrónica, dibujo
técnico, etc.), en el segundo piso del bloque C los salones son para tomar clases de
inglés de manera más práctica. El tercer piso de cada bloque es donde se encuentran los
salones de clase. En el bloque A los de primer grado, segundo en el B y tercero en el C.
Es una gran molestia cuando tienes que ir de tu salón en el tercer piso al taller en
el segundo piso en un edificio diferente, por lo menos hay baños en cada piso de lo
contrario sería un gran problema el tener que ir al primer piso.
Siguiendo la estética estándar de escuelas en el país había rejas por todas partes.
Rejas en las escaleras, rejas en los pasillos que miran a la explanada, rejas en todas
las puertas y ventanas, sin importar que tan pequeña sea la ventana. Grandes bardas
de un tamaño superior a dos pisos rodena al recinto y para mayor seguridad una red
electrificada en lo más alto de las mismas.
Nunca he estado en una cárcel, pero sin duda mi escuela era lo más cercana a una. Una
broma común entre los alumnos era que el nombre de la escuela se omitía y solo nos
referíamos a ella como la cárcel 7.
Si no fuera por la cafetería en el edifico administrativo, la cancha de futbol y de básquet
en la parte de atrás del Bloque B cualquier atisbo de relajación desaparecía.
A pesar de lo grande de la escuela, el material de los laboratorios era escaso, los
talleres estaban descuidados, los salones de inglés tenían un montón de tecnología
“antigua” y los salones de clase poseían el mobiliario mínimo: pupitres de medio uso con
desperfectos por todos lados, un pizarrón blanco con manchas que probablemente ni
siquiera el limpiador mas fuerte en el mercado quitaría, un escritorio tambaleante y una
silla para el profesor que probablemente termine cayendo.
La escuela prometida en campañas electorales se quedó en eso, promesas. El
mantenimiento y reparación de las grietas era realizado por la “cooperación voluntaria”
recaudada en cada reinscripción y el trabajo de los padres de familia en cada jornada de
limpieza iniciada por la escuela.
El ambiente creado por los edificios cuadrados, pintados de gris, con una gran cantidad
de rejas y la posibilidad de equipar con cámaras de vigilancia no era exactamente uno
propicio para aprender.
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