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CUENTOS PARA NUESTROS FUTUROS ALUMNOS

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Hasta que llegó el día en el que me inscribí a la preparatoria. Mi tiempo para él ya no

era el mismo y nos dejamos de ver por las tardes en esos entrenamientos que teníamos,

pues solo lo podía ver los fines de semana. Había amigos que me preguntaban por él,

que como iba mi relación, yo respondía que bien, pues así lo consideraba yo. Lástima

que no era lo que pensaba, ellos sabían algo que no me querían decir.

Un día cualquiera entré al salón de clase y me llegó un mensaje de él, que decía: -es

mejor dejarle hasta aquí con lo nuestro, lo nuestro ha terminado-. Yo estaba confundida

no sabía que hacer, solo recuerdo que Alfredo, mi mejor amigo, quien se sentaba detrás

de mí, me abrazó al enseñarle el mensaje, y me dijo -yo lo sabía, porque los panas lo

comentaron, él se ve con otra chica-.

Créanme que yo no lloré, solo me quedé en silencio. Llegó el profesor y empezamos

la clase de química. El día pasó muy rápido para mí y yo no dejaba de pensar en el

mensaje que me llegó al empezar el día. Por la tarde tenía pendientes unas tareas, las

cuales me impidieron asistir al campo a seguir con mi entrenamiento, solo avisé en el

grupo de WhatsApp que no podía asistir. Luz, así se llamaba la chica que era cómplice

de mi primera cita con él, me mandó un mensaje diciendo que él pregunto por mí y ellas

le respondieron lo que yo había enviado al grupo.

Pasaron los días, dejé de responder sus mensajes. Fue entonces que me mandó decir

con Luz que necesitábamos hablar. Me citó en los callejones que cruzaban el campo de

la comunidad, fuí a las 5 de la tarde, por primera vez estaba en mi cita puntual. Llegó

con un chocolate que había comprado para mí, me lo obsequió y me comenzó a abrazar.

Me pidió volver a intentar la relación que en un principio fracasó, me dijo que esta vez

funcionaria lo nuestro. Que él jamás me fallaría de nuevo. Fueron tantas cosas que dijo

que no recuerdo más. Yo estaba ilusionada de volverlo a intentar, le dije que sí quería

intentarlo una vez más. Las mariposas en el estómago me revoloteaban nuevamente.

Llegó el 6 de febrero la fecha que más esperaba en ese mes, era su cumpleaños número

16. Le hice un cartel con bastantes fotos, con los momentos que habíamos pasado

juntos, no le regalé chocolates porque casi no le agradaban, le regalé un pans deportivos

que era similar al mío para llevar a los partidos los domingos por la mañana. Le hice

muchísimos recados cursis confesándole mi amor, salíamos al centro los domingos y

para comer pedíamos tortas esas deliciosas tortas caprichosas que eran gigantes, el

pedía agua de horchata y yo siempre jamaica, caray el amor se notaba en todo.

Nuestros conocidos y amigos nos deseaban lo mejor, todos nos decían que hacíamos

una muy bonita pareja. Recuerdo las veces que íbamos a su casa a ver películas, su

mamá era muy cordial, me trataba muy bien, era muy gentil la señora, aunque casi no

platicaba con ella. Su papá sí me hablaba mucho de él, me hacía mucha plática. No es

por ser presumida como dicen; pero, mi enamorado me decía que era su primera novia

que sus papás aceptaban en su casa. Me contó que tuvo una noviecita anterior a mí, que

no le caía muy bien a su papá porque era algo grosera, decía mi suegro que era muy mal

hablada. Un día a mí me dijo que su familia pensaba que yo era un buen partido para él,

porque yo era una chica que salía poco, era inteligente, era bonita, era todo lo que sus

padres querían para su hijo.

Así pasamos mucho tiempo juntos, casi 2 años. Hasta que lo nuestro se hizo una rutina.

Se empezó a perder el interés uno en el otro. Eran muchas las peleas sin sentido, yo

no niego que me convertí en una persona un poco celosa y muy posesiva, tenía miedo

de perderlo. Le empecé a prohibir amistades que pensaba yo, eran una mala influencia.

Pasaba el tiempo y como algunas parejas nos dejábamos y volvíamos una y otra vez.

Creo que ese fue un gran problema, que cuando nos enojábamos y regresábamos

pensábamos que todo el tiempo estaríamos para perdonarnos y continuar con la relación.

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