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Al distraerme por el cansancio, con un gran susto y con el corazón casi en la mano,
una luz muy resplandeciente salió de las ramas del enorme árbol, y el tecolote habló
moviendo sus alas.
- Soy un ave nocturna, yo me encuentro en la que es mi casa. El temeroso por su
vida deberías ser tú al estar a estas horas de la noche en el gran monte-
Le dije con gran valentía yo no le temo a nada, inclusive no le temo a la muerte ¿es cierto
que tienes tratos con la muerte? El tecolote moviendo sus grandes alas y mirándome con
sus grandes ojos me contesto.
- Todo ser humano le teme a la muerte, la muerte se encuentra todos los días
trabajando y visitando a los desdichados o dichosos a los que ya se les ha llegado
el día de su muerte, no vayas a sorprenderte si la ves andando por los cerros.
De forma burlesca le dije que yo no creía en la muerte, que las personas solo dejamos
de existir, que no existe algún espíritu o dichosa muerte. El tecolote muy enojado por mi
actitud, bajó sus alas en forma de indignación y exclamó:
- ¡Sube a mis alas¡, te voy a enseñar cómo se escucha el camino hacia la muerte,
pero con la condición de que no debes abrir los ojos. Corta la rama de un árbol para
cubrirlos y sube a mis alas -
Yo de forma burlesca le dije:
- No seas ridículo tecolote, JA JA JA. Tu no soportarías mi peso eres demasiado
pequeño para llevarme a dar un paseo en tus alas-.
El tecolote insistió de nuevo en cubrirme los ojos, y subir a sus alas. Él prometía que me
llevaría a visitar a mi abuelo, que escucharía al menos una vez más aquellas historias
que en mi niñez me hicieron muy feliz; después de un rato me convenció de subir a esas
pequeñas alas. Pensé que era lo más absurdo que podía haber hecho en mi corta vida,
pero al cubrirme los ojos ya no pude sentir noción del lugar en donde me encontraba.
Logré sentir el aire en mis pies y unas suaves plumas muy impresionado por lo que
sentía, gritaba de manera escandalosa
-tecolote ¿a dónde me llevas? -
A lo que él solo contestó no vayas abrir los ojos por ninguna razón. Te llevaré a que
escuches los grandes caminos de la muerte. En ese lugar encontrarás a tu abuelo.
Lo único que logré percibir fue el vuelo en zig zag por los grandes vientos y con mi mano
cuidadosamente empecé a sentir algunas plumas que se movían por la fuerza del viento.
De repente, empecé a sentir mucho frio. No podía sentir el aire, era como si el
tecolote dejara de volar. Empecé a escuchar los horrorosos ecos, discusiones entre
personas, lamentos de aquellos enfermos, respiraciones agitadas, muchos bebés
llorando y sonido de algunos animales. Me dí cuenta de que realmente estábamos en el
camino de la muerte. Conforme pasó el tiempo los sonidos eran diferentes, yo podía jurar
que estaba en los mismos infiernos.
El tecolote cantaba y cantaba, era como si pudiera comunicarse con aquellas
almas. Sin embargo, yo no podía percibir más que el sonido. No pude contenerme más,
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