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CUENTOS PARA NUESTROS FUTUROS ALUMNOS

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Además de la costura, Flor también tenía otro pequeño trabajo los fines de semana.

Se dedicaba a cantar en el pequeño teatro ganándose el corazón de todos pues tenía

una voz hermosa incluso un viajero de ese entonces trato de llevársela a concursar a

Estados Unidos, pero ella se negó porque a pesar de que estaba lejos de su padre lo

extrañaba mucho y sabía que yéndose tal vez ya no regresaría nunca. Ella se negó a

la oportunidad diciendo que a eso no se quería dedicar, seguía en pie su sueño de ser

doctora, la primera doctora del pueblo.

Regresando a como vivía Aurora ahora Flor, sus empleos le permitían mantenerse, pagar

sus estudios y al fin estaba cumpliendo uno de sus grandes sueños. Dentro de esta vida

falsa fue investigando poco a poco lo que había sucedido con su vida mientras dormía

pues ella no recordaba nada. Todos seguían sin darle respuesta, unos le decían que

renacieron, otros que se fueron y volvieron, otros que eran brujos, total nunca llegaron a

ninguna conclusión lógica.

Con el paso del tiempo llegó a vivir una viejita muy rara siempre andaba con capucha y

muy pocas veces se veía por el pueblo, se la pasaba en el bosque. Muchas personas le

decían a Flor que esa señora se la pasaba vigilando todo lo que hacía, pero como ella

nunca la veía no le pareció tan raro.

Sí había veces que de repente sentía una mirada un poco pesada, pero al ella buscar

quien la veía nunca encontraba a nadie. De tantas veces y tanta gente que se lo decía

un día decidió prestar atención a ello y en un descuido repentino, cuando entró a una

panadería para llevarle su pan de diario a la costurera, le pidió a la empleada que la

estaba atendiendo que se cambiaran de ropa, que más tarde le daría explicaciones.

Lo hicieran rápido. La muchacha con la ropa de Aurora salió y se dirigió a la plaza del

pueblo mientas ella se quedaba en la panadería entonces se dio cuenta de que mientras

caminaba la muchacha vestida como ella, la anciana sí la seguía pero únicamente en

ratos, es decir, para que no notaran lo que hacia ella se metía a tiendas o tomaba otras

calles para después salir un poco más adelante en su camino.

La muchacha regresó a la panadería como a los 5 minutos y volvieron a cambiar de

ropa. Aurora le explicó que ya se había dado cuenta que lo que le decían todos era

verdad, alguien la vigilaba, pero le pidió discreción. Así pues, salió de nuevo Aurora de la

panadería como si nada, como si se le hubiese olvidado algo por lo cual, a la anciana no

le pareció raro que regresara dos veces a la panadería.

Así pasaron los días hasta que Aurora decidió enfrentar a la viejita y preguntarle qué era

lo que buscaba en ella. La viejita le respondió -yo tengo algo que buscas, sígueme- y

Aurora la siguió hasta su cabaña alejada en el bosque ahí juntas la señora, la pasó a su

casa, le ofreció una taza de café y se sentaron en el comedor.

La ancianita le dijo que ella sabía que su verdadero nombre era Aurora y que la felicitaba

por el valor que tuvo al perseguir sus sueños a lo que Aurora sorprendida y con miedo

preguntó que quién era y cómo sabia esas cosas. Le respondió que no tuviera miedo que

ella no era mala que lo único que hacía era protegerla de la verdadera bruja que le quería

hacer daño y hacerle algo peor que lo que le había hecho años antes. Aurora aprovechó

para preguntar por su pasado, quería que le contara todo.

La señora dudó en un inicio, pero Aurora insistió y le pidió eso como prueba para poder

creer que en realidad era buena. Inició relatando que la bruja mala era la culpable de

que durmiera por 100 años, pues al cumplir los 16 años hizo que se pinchara el dedo por

lo cual cayó profundamente dormida. No solo ella, si no todos los que en ese momento

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