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Beatriz intentó hacer recapacitar a Juan
- Juan, hijo, en que te has convertido, eres un asesino ¡debes entregarte!
- No ¡Cállate!
- ¿Por qué lo has hecho? ¡no eres más que un ser despiadado!
- ¡Cállate! Ya lo he hecho y no pienso pasar el resto mi vida en una cárcel.
Juan no presentaba arrepentimiento en su rostro y sin más, en un arrebato de ira, intentó
matar a su madre, mirándola a los ojos y sin sentir remordimiento. Beatriz trató de pedir
ayuda, pero unos minutos más tarde Beatriz murió por falta de aire.
Pronto la gente del pueblo se percató del sonido del disparo y de las súplicas de Beatriz.
Se enteraron de la masacre y del presunto responsable y fue así como los habitantes del
pueblo intentaron obtener justicia por mano propia y convertirse en los verdugos de Juan,
pues creían que este representaba un peligro.
Sin embargo y a pesar de todo, en el pueblo hubo un único habitante que no demostró
deseo de represalia contra Juan, Baltazar, un hombre honesto y padre de dos niñas.
El intentó hacer reflexionar a los ciudadanos, pero estos segados por la venganza y el
miedo a Juan intentaron entrar a la casa de Beatriz donde se encontraba Juan encerrado,
pensando en como escapar.
Baltazar sin dudar, ayudó a Juan a salir y pasar desapercibido ante la multitud para
llevarlo ante la ley, donde debía ser juzgado y confesar sus crímenes, sin embargo, Juan
al recordar sus actos y ver que había matado sin remordimiento tanto a su madre como a
su único amigo, decide huir de Baltazar, pues tenía claro que su condena sería extensa.
Juan logró escapar de Baltazar y al día siguiente de los hechos, en la madrugada, llegó
a su casa, vio a su madre y amigo, abrió el refrigerador, bebió un poco de alcohol y se
suicida en su cuarto; Juan no mostraba arrepentimiento ante los sucesos que lo llevaron
a su muerte, solo un acto de cobardía para no enfrentarse ante la realidad de sus actos.
Juan despierta en su recámara y se da cuenta de que todo había sido un sueño, se
levanta de la cama, corre, ve a su madre y la abraza.
El sueño hace reflexionar a Juan sobre lo que podría ser su vida y se da cuenta de que
quiere ser un hombre de bien, honesto y honrado, pues no debía centrarse en aumentar
sus riquezas, si no en disminuir su codicia, a lo que Juan recuerda que Baltazar fue
el único que no sintió deseos de sentenciarlo por sus actos, por lo que reconoce que
llevarlo ante la ley fue la decisión de un hombre sensato y justo, aunque él se haya
negado a ser juzgado por la ley.
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