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CUENTOS PARA NUESTROS FUTUROS ALUMNOS

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de insumos para la subsistencia de toda la especie, un grupo más se encargaba de

cuidar y vigilar a las águilas recién nacidas, otros se encargaban de la salud de aquellas

águilas que presentaban alguna dificultad para volar, para caminar, respirar, etc. Y no

olvidemos al grupo que se encargaba de la seguridad y protección del lugar.

Cada año, las águilas jóvenes se sometían a una prueba para poder entrar al grupo de

águilas protectoras, entrar a este grupo era el sueño de casi todas las águilas jóvenes,

era un orgullo ser parte de los protectores del bosque, muchos querían entrar, pero no

todos lograban superar las diferentes pruebas que se requerían para ser parte de este

ejército. Esta era una prueba que demostraba si estaban listos para pertenecer a este

grupo, si contaban con las destrezas que se requerían, si eran lo suficientemente fuertes,

rápidas, si contaban con una buena visión, etc.

Las águilas jóvenes esperaban con ansias el día de la prueba, en su sangre ardía el

deseo de luchar, la emoción de portar el traje de águila protectora. La determinación de

proteger a su familia, a su bosque, al mundo.

Una tarde con un clima extremo y extraño, con una lluvia gigantesca al amanecer y

un calor infernal por la tarde, por fin llegó el momento, el día tan esperado en el que el

águila líder convocaba a las águilas jóvenes para participar en dicha prueba. Para ello,

se preparaban con anticipación a fin de no fallar y poder entrar al ejército protector.

Semanas previas a la competencia, las águilas entrenaban sus habilidades y destrezas.

Hacían competencias de velocidad, de fuerza, de agilidad, de visión, de actitud.

Entrenaban decenas de águilas, pero muchas se quedaban en el camino al no sentirse

preparadas para la gran competencia.

Llegado el día de la prueba se encontraban 35 águilas concursando para ganar un

lugar junto a su líder, un lugar privilegiado que cambiaría el rumbo de aquellas águilas

jóvenes que competirían, un lugar en el cual podrían morir honorablemente al cuidar de

su especie y del mundo.

Una de estas 35 águilas era un águila macho llamado “Xhela”, era muy inteligente, ágil,

rápida y muy valiente, pero tenía muchos nervios pues ningún integrante de su familia

había formado parte del ejército, su padre no había pasado la prueba de visión, su

hermana no había pasado la prueba de rapidez y su madre no había pasado la prueba

de agilidad.

Comenzó la prueba con una carrera para demostrar qué tan veloces eran los participantes

El ambiente se llenó de euforia y silbidos por parte de las águilas espectadores, sin

embargo, Xhela bloqueó sus oídos, miró fijamente hacia su destino. Parecía que el

mundo se detenía y empezó a observar el transcurrir de su existencia en cámara lenta,

miró a la izquierda y luego a la derecha y volvió a fijar su mirada en su destino.

Escuchó el sonido que indicaba que había iniciado la carrera y empezó a volar. Se elevó

tan rápido como pudo y su velocidad aumentó cada segundo, para fortuna suya, quedó

en 5º lugar, lo que la colocó en un buen puesto en la tabla de puntajes. Siguieron las

diferentes pruebas, las familias eufóricas alentaban a sus hijos, hermanos, amigos que

estaban concursando, todos con entusiasmo de que sus seres más cercanos lograran

calificar con éxito el concurso y así pertenecer al ejército.

Al transcurrir las pruebas de visión, valentía, compañerismo, fuerza, actitud, Xhela se

dio cuenta que no le estaba yendo muy bien. Los nervios empezaron a correr por todo

su plumoso cuerpo, quedaba una sola prueba y si fallaba, no lograría entrar al ejército.

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