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CUENTOS PARA NUESTROS FUTUROS ALUMNOS

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No estoy tan bien, pero tampoco tan mal y eso está muy bien

Autora: Violeta Guerrero Hernández

Era un 14 de junio del 2016, cursaba el tercer grado de telesecundaria cuando lo conocí

a él, el niño más popular de la escuela. Era un año menor que yo, él estaba en segundo

grado, le gustaba jugar futbol era el mejor defensa yo lo observaba desde la ventana

del salón, mi amiga en cuanto lo notó me dio un golpe en la cabeza y me dijo: ¿te gusta

verdad? es lindo, le respondí. -Tal vez te haga caso se ve que le lates, también él te mira

cuando salimos a la clase de educación física- respondió mi amiga.

Un día, no recuerdo la fecha, yo iba casi corriendo con el tiempo contado para entrar al

salón de clase. Casi siempre traía el tiempo encima, muy pocas veces salía a tiempo.

Al entrar al portón de la escuela no recuerdo bien como fue volteé a su salón el cual

quedaba frente al mío. Él me miró y me sonrió. En ese momento me puse como un

jitomate que creo se me olvidó hasta como caminar, me puse tan nerviosa y seguí a mi

salón.

Estaban a punto de tocar el timbre, cuando entró el profe directo a buscar en su escritorio

un libro, pues era viernes de lectura y ella lo había olvidado. No había escogido a alguien

específico que fuera a leer al otro salón, pues cada viernes nos tocaba intercambiar

salones a fin de practicar fomento a la lectura y bueno; para no hacer la historia más

larga la maestra me miró y me nombró. Dijo que me tocaba ir a leer al salón de 2º “B” el

cual era su salón. Yo me quedé callada mirando a mi amiga y solo respondí que sí, estiró

la mano y me dio el supuesto libro que iba leer.

Yo estaba súper nerviosa le confesé a mi amiga. Ella solo me aconsejó que hiciera lo que

iba a hacer y ya. Lo tomé como un consejo absurdo, pero así fue como pasó. Llegué a

su salón y me presenté junto con mi libro, terminé la lectura y rápido salí, en ese mismo

instante él se levantó y pidió permiso para salir al baño. Salió tras de mí, pensé que me

diría algo… pero no fue así. Ahí comenzó mi etapa del enamoramiento. Cada que lo

miraba me daban esas cosas llamadas mariposas en el estómago.

Yo jugaba en un equipo de futbol los sábados y domingos era la delantera titular, todos

los días por las tardes entrenaba con el equipo y el director técnico nos retaba a jugar

con chavos para que nos esforzáramos y diéramos más rendimiento, en uno de esos

equipos estaba él.

Una tarde una compañera del equipo me comentó que el chico que me gustaba me

esperaría al terminar el entrenamiento que ¿si me podía acompañar a mi casa? yo sin

pensar le dije que sí, y así fue nuestra primera charla. Me preguntó mi nombre, mis

gustos y varias cosas sobre mí y claro incluyó también la pregunta de si tenía novio, ¡no

podía faltar! a lo que yo le respondí que no.

Durante semanas platicamos demasiado, hasta que por fin un día se decidió y me invitó

a cenar. El día lo recuerdo perfectamente fue un 10 de septiembre y ese mismo día

me pidió ser su chica, en ese momento me quitó el sueño de poder llamarle amigo.

No niego que me enamoré como nunca antes, para mí fue el mejor noviazgo, yo sabía

que él me quería porque me lo demostraba y se notaba. Los fines de semana era su

invitada especial para ver sus partidos, nos dedicamos muchas cartas, canciones y los

pequeños logros que nos sucedían al pasar el tiempo, le dediqué mis mejores notas en

la secundaria.

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