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CUENTOS PARA NUESTROS FUTUROS ALUMNOS

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Un sueño de leyenda

Autora: Nelsy Peralta Vázquez

Me han hecho sentir que es lo último a lo que puede llegar mi vida. Todos los días me

levanto y al abrir los ojos logro ver el amanecer desde mi hamaca, acompañado del

canto de los gallos, grillos y las aves sobre las ramas de los grandes árboles verdes que

rodean mi casa.

Mi madre nació con el gran talento de darle un toque especial a todo lo que prepara con

sus preciadas manos, ella me espera en la cocina muy contenta. En la mesa hay 3 tazas

con café de olla que se cosecha en las siembras, la tercera taza es para mi padre un

hombre que toda su vida se ha dedicado a trabajar en el campo y a pasar la mayor parte

de su tiempo rodeado de la fauna y flora que nace en estas tierras.

Tengo 17 años me siento joven y grande al mismo tiempo. Lo puedo todo y podría

cambiar al mundo con tan solo resolver un problema matemático en la escuela o de

poder llegar a la cima de los árboles por una naranja. En mi corta y a la vez larga edad

me he dedicado a estudiar, actualmente curso la preparatoria ubicada en una ciudad

cercana llamada Poza Rica de Hidalgo; soy un alumno foráneo y en vacaciones me

dedico ayudarles a mis padres con la siembra, cosechas de plantas o crianza de

animales comestibles y algunos otros que no lo son tanto.

Mi abuelo, que en paz descanse hablaba lengua totonaca y vestía un traje blanco

con un pañuelo que desde su cuello caía hacia su espalda. Él pasó los últimos días de

su vida contándonos historias de terror. Mis primos y yo, los domingos por la noche, nos

reuníamos en el jardín de mi mamá, prendíamos una fogata y sacábamos a mi abuelo en

su silla de ruedas, ansiosos por escuchar sus historias. Él nos decía:

-Tanta tawila- (que en español es siéntense nietos) y empezaba a narrar.

Hoy es viernes 15 de octubre del año 1999. Me he despertado con el pensamiento

de mi abuelo, dando vueltas y vueltas en mi cabeza la última historia que nos contó aquel

domingo antes de fallecer.

Faltan un par de horas para medio día, es extraño, esta mañana me sentía más libre

que de costumbre. Salí a correr acompañado de mi compañero de vida, mi gran coyote

un animal de raza salvaje que fue domesticado por mi abuelo. Corrimos hasta llegar a

un cerro con una gran vista hacia la comunidad en la cual vivo. Cerré los ojos por unos

minutos, desperté a causa de los aullidos de los coyotes salvajes, me acompañaba la

hermosa menguante. Me levanté del suelo y un poco atemorizado de no saber la hora

caminamos guiados por la poca luz de la luna. A pesar de los cantos de los grillos y el

brillo de las luciérnagas, la noche no dejaba de ser tenebrosa, caminamos por varias

horas, estábamos perdidos por lo que me recargué para pensar sobre el sagrado árbol

de la ceiba, en el cual se encontraba un tecolote de gran tamaño, cansado de tanto

caminar y de forma burlesca le dije:

-Tecolote, ¿acaso no me tienes miedo?, yo podría arrebatarte la vida, tu sabes que mis

parientes piensan que tú eres un ave de mala suerte que atraes a la muerte-

Un poco lleno de locura lleno de gracia le repetía con frecuencia contándole mis

desgracias.

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