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Onfray_Michel-Antimanual_de_filosofia

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179<br />

TEXTOS<br />

Marcel Conche (francés, nacido en 1922)<br />

Profesor <strong>de</strong> universidad, lector y comentador <strong>de</strong> filósofos <strong>de</strong> la Antigüedad (los<br />

presocráticos Anaximandro y Heráclito, el escéptico Pirrón, el epicúreo Lucrecio), y<br />

también <strong>de</strong> Montaigne, propone una moral personal clásica y humanista apoyada en la<br />

tradición.<br />

Justificación <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> castigar<br />

Tenemos <strong>de</strong>recho a castigar solamente al que es capaz <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r<br />

que es castigado. Si se trata <strong>de</strong> un criminal inveterado, incapaz <strong>de</strong> razón,<br />

encerrado en su pensamiento autista, ¿por qué castigarlo? ¿Con qué<br />

<strong>de</strong>recho, puesto que no po<strong>de</strong>mos, por principio, respon<strong>de</strong>r a la pregunta<br />

«para qué»? El criminal aún consciente, no absolutamente empe<strong>de</strong>rnido,<br />

capaz <strong>de</strong> reconocer que el mal que se le inflige es merecido, <strong>de</strong>be,<br />

admitámoslo, ser castigado; pero no tenemos el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> castigar al<br />

criminal empe<strong>de</strong>rnido, es <strong>de</strong>cir, inconsciente. Si es peligroso, solo conviene<br />

aislarlo. La conciencia popular no consi<strong>de</strong>ra al pequeño y al mediano<br />

<strong>de</strong>lincuentes como «locos». Son punibles. Pero le parece que el gran<br />

criminal, inconsciente e irrecuperable, está fuera <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> lo humano.<br />

«Es un loco» se dice. No se ve, en ese caso, con qué <strong>de</strong>recho castigar a los<br />

gran<strong>de</strong>s criminales irrecuperables; pero hay que aislarlos cuidadosamente,<br />

como se hace con los locos peligrosos. No <strong>de</strong>ben estar aislados en las<br />

prisiones, lo que equivaldría a asimilarlos a seres sensatos, punibles, sino<br />

más bien en centros <strong>de</strong> cuidado <strong>de</strong>l tipo <strong>de</strong> los asilos psiquiátricos. La fuerza<br />

<strong>de</strong>l universal <strong>de</strong>sprecio, <strong>de</strong>l «gran <strong>de</strong>sprecio afectuoso» 1 <strong>de</strong>l que habla<br />

Nietzsche, es quizá el último remedio capaz <strong>de</strong> suscitar en ellos el <strong>de</strong>spertar<br />

<strong>de</strong> la razón.<br />

El fundamento <strong>de</strong> la moral (1993), PUF, París, 1999 (traducción para este libro<br />

<strong>de</strong> Irache Ganuza Fernán<strong>de</strong>z)<br />

1 En la Genealogía <strong>de</strong> la moral (Editorial Edaf), Nietzsche distingue el <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong>l<br />

noble <strong>de</strong> la venganza y el odio <strong>de</strong>l esclavo. La moral <strong>de</strong>l noble, ejemplificada en la aristocracia<br />

griega, pone en todas las palabras con las que distingue al pueblo bajo, algo<br />

benévolo, un tono <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración e indulgencia, que hace que su <strong>de</strong>sprecio sea<br />

afectuoso, mientras que el esclavo, que cuenta con la moral <strong>de</strong>l resentimiento, solo se<br />

afirma a sí mismo a través <strong>de</strong> la negación <strong>de</strong>l otro, <strong>de</strong> una venganza.

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