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Onfray_Michel-Antimanual_de_filosofia

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TEXTOS<br />

<strong>Michel</strong> <strong>de</strong> Montaigne (francés, 1533-1592)<br />

Autor <strong>de</strong> un único gran libro, los Ensayos (1580-1588), en el cual, a la luz <strong>de</strong> los<br />

autores <strong>de</strong> la Antigüedad, propone la moralización <strong>de</strong> su conciencia y la historia <strong>de</strong> su<br />

subjetividad. Inventa el «Sujeto» mo<strong>de</strong>rno y permite, contra el cristianismo que lo tiene en<br />

mala estima, dar al «Yo» un estatuto positivo.<br />

¿Dón<strong>de</strong> están los bárbaros?<br />

Que nada bárbaro o salvaje hay en aquella nación, según lo que me han<br />

contado, sino que cada cual consi<strong>de</strong>ra bárbaro lo que no pertenece a sus<br />

costumbres. Ciertamente parece que no tenemos más punto <strong>de</strong> vista sobre<br />

la verdad y la razón que el mo<strong>de</strong>lo y la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> las opiniones y usos <strong>de</strong>l país<br />

en el que estamos. Allí está siempre la religión perfecta, el gobierno perfecto,<br />

la práctica perfecta y acabada <strong>de</strong> todo. Tan salvajes son como los frutos a<br />

los que llamamos salvajes por haberlos producido la naturaleza por sí misma<br />

y en su normal evolución: cuanto en verdad, mejor haríamos en llamar<br />

salvajes a los que hemos alterado con nuestras artes, <strong>de</strong>sviándolos <strong>de</strong>l<br />

or<strong>de</strong>n común.<br />

Tres <strong>de</strong> ellos, ignorantes <strong>de</strong> lo que costará algún día a su tranquilidad y<br />

ventura, el conocer las corrupciones <strong>de</strong> acá, y <strong>de</strong> que <strong>de</strong> este trato les<br />

vendrá la ruina, la cual supongo se habrá iniciado ya, bien míseros por<br />

haberse <strong>de</strong>jado engañar por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la novedad y haber abandonado la<br />

dulzura <strong>de</strong> su cielo para venir a ver el nuestro, fueron a Ruán, en la época en<br />

que nuestro difunto rey Carlos IX allí estaba. El rey hablóles largo tiempo; y<br />

se les mostró nuestra manera <strong>de</strong> ser, nuestra pompa, la forma <strong>de</strong> una<br />

hermosa ciudad. Tras esto, alguien pidió su opinión, queriendo saber qué les<br />

había parecido más admirable; respondieron tres cosas, <strong>de</strong> las cuales he<br />

olvidado la tercera, lo que lamento profundamente; mas aún conservo dos en<br />

la memoria. Dijeron que, en primer lugar, hallaban muy extraño que tantos<br />

hombres gran<strong>de</strong>s y fuertes, barbados y armados, como ro<strong>de</strong>aban al rey<br />

(parece ser que hablaban <strong>de</strong> su guardia suiza) se sometieran y obe<strong>de</strong>cieran<br />

a un niño, en lugar <strong>de</strong> elegir mejor a alguno <strong>de</strong> ellos para mandar; en<br />

segundo (tienen una manera <strong>de</strong> hablar tal que llaman a los hombres mitad<br />

unos <strong>de</strong> otros), que habían observado que había entre nosotros, hombres<br />

ricos y colmados <strong>de</strong> toda suerte <strong>de</strong> comodida<strong>de</strong>s mientras sus mita<strong>de</strong>s<br />

mendigaban a sus puertas, <strong>de</strong>scarnados <strong>de</strong> ham-

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