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Negociación Gobierno-ELN. Y sin embargo, se mueve<br />
pueden proponerse como obstáculos inamovibles frente al pueblo colombiano<br />
que reclama el derecho a la apertura de la disputa por su propia cuenta y riesgo,<br />
so pena de continuar acumulando contradicciones y distancias. Por supuesto,<br />
esperar una desmovilización sin proceso de diálogo y solución política es estólido.<br />
Sin acuerdo y sin cambios no hay convivencia democrática posible, pero<br />
para eso es la política.<br />
En el movimiento social que reclama la paz hay suficiente pesimismo de<br />
la inteligencia. Pero también hay optimismo de la voluntad.<br />
En 2011, treinta mil personas se reunieron en Barrancabermeja en el Encuentro<br />
de comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes por la paz<br />
de Colombia y de allí salió el Manifiesto por la Tierra y la Paz, en el que se dijo:<br />
Tenemos la convicción acerca de la necesidad de avanzar en la concepción<br />
y materialización de una ruta de la paz, que tenga como próxima meta la<br />
conformación de un movimiento de alcance nacional con apoyo internacional<br />
con el mandato expreso de promover la construcción de la paz con<br />
justicia social y la solución política al conflicto social y armado. Caminar en<br />
esa dirección demanda la generación de un clima favorable (Encuentro El<br />
diálogo es la ruta, 2011).<br />
Dos años después, con más de 20.000 asistentes, también representantes<br />
de los sectores populares del país, indígenas, estudiantes, trabajadores, afrodescendientes,<br />
entre otros, el Congreso para la Paz de abril de 2013 se propuso<br />
mandatar a favor de la solución política del conflicto: “insistimos en que la<br />
salida al conflicto armado no le compete solamente al gobierno nacional y a las<br />
insurgencias, pues los sectores populares también tenemos mucho que aportar<br />
en la construcción de paz” (Congreso de los Pueblos, 2013a)<br />
En la “Carta a Colombia”, resultado de este Congreso de Paz, se dice:<br />
(…) algo ha cambiado. Cientos de comunidades, pueblos y organizaciones<br />
han impulsado los últimos años una acción sostenida para que la guerra<br />
termine; todas ellas diariamente están empeñadas en la construcción de<br />
la paz. Tras diez años de esfuerzos hemos logrado que se abra de nuevo la<br />
puerta del diálogo político: el gobierno y las FARC dialogan en La Habana,<br />
y es imperativo e inminente que las conversaciones con el ELN se concreten.<br />
Los grupos dirigentes del país, beneficiarios de la violencia permanente, calculan<br />
si la paz resultará un mejor negocio que la guerra. Las guerrillas temen<br />
que el final del conflicto se selle con una nueva matanza de ex combatientes.<br />
La sociedad entera sospecha que la firma de los acuerdos sirva de telón que<br />
oculte la continuidad de la más feroz agresión legislativa y económica contra<br />
los más desprotegidos y contra la naturaleza. Aún así, persistimos en imponer