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Dos claves indígenas | 259<br />
los sistemas generales de Participaciones y de Regalías, basados en la tesis de la<br />
corrupción regional y atrincherados en el supuesto blindaje del Estado central<br />
frente a estos vicios; un paradigma imperturbable, que impide pensar los necesarios<br />
mecanismos alternos y transitorios de gestión de recursos que deben<br />
establecerse para la etapa de transición democrática hacia la paz.<br />
En realidad la idea de un sinnúmero de instituciones nacionales fungiendo<br />
como tutoras de las instituciones locales, “enseñando democracia” a quienes nunca<br />
han garantizado derechos, es una suplantación institucional (democracias de<br />
enclave). La idea de la re-institucionalización (tan cara al modelo de consolidación<br />
territorial impulsado por el gobierno), destruye en la práctica la institucionalidad<br />
local. Para profundizar la democracia, más que construcción de ciudadanías o<br />
integración de territorios, de lo que se trata es del reconocimiento de esas ciudadanías<br />
y esas institucionalidades poderosas, erigidas a pulso en las zonas más<br />
violentadas del país y, por lo mismo, ocultadas por la guerra. La experiencia de<br />
reconocer los gobiernos indígenas ha sido positiva para el país; en la práctica, ha<br />
garantizado con el control social, la jurisdicción propia, la territorialidad ancestral,<br />
etc., la profundización de la democracia, el fortalecimiento de la gestión de<br />
lo público y que la participación comunitaria sea de las mayores de todo el país.<br />
Del mismo modo que los gobiernos indígenas son los únicos posibles para los<br />
territorios y comunidades indígenas, las institucionalidades alternativas de las<br />
zonas de conflictos son las más adecuadas para la transición; de lo contrario, es<br />
muy posible que nos encontremos ante territorios ingobernables.<br />
Un segundo gran problema del enfoque de paz territorial formulado por<br />
la Oficina del Alto Comisionado para la Paz (OACP) es que basa su actuación<br />
en la intangibilidad de las Fuerzas Militares y de Policía en el proceso de negociación.<br />
Más allá de la necesaria doctrina militar democrática, la depuración y<br />
reducción del Ejército, etc., nos interesa ver la posibilidad de y las transformaciones<br />
requeridas para que cumplan un papel en la garantía de la convivencia<br />
comunitaria y la reconciliación. De nuevo, la experiencia indígena del Cauca<br />
nos servirá de referencia.<br />
El espíritu militarista, su formación para la represión y no para la convivencia<br />
y su profunda burocratización (una de las causas de su fracaso en el plan<br />
de consolidación territorial) permiten concluir que una fuerza pública ineficaz<br />
en la guerra no mostrará eficacia en la paz. En cambio, podría reeditarse lo vivido<br />
en el norte del Cauca: ostentosa militarización pero sin control militar, sin<br />
garantía de convivencia y sin seguridad. En el plan de consolidación territorial,<br />
el instrumento de transición entre la recuperación del territorio y la re-institucionalización<br />
era la Policía Nacional, un cuerpo que en teoría es civil, pero que<br />
desde hace muchos años es un cuerpo militarizado; el ministerio del posconflicto<br />
—encargado de la convivencia y la reconciliación— es una variante del mismo