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Y SIN EMBARGO SE MUEVE

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Negociación Gobierno-ELN. Y sin embargo, se mueve<br />

de no confundir fin del conflicto armado y construcción de paz, sino también<br />

en que se cumpla lo pactado. El problema es que en la vida, a diferencia del teatro,<br />

los ensayos son costosos. Y el camino de la guerra y el de la paz no pueden<br />

desandarse sin pagar un precio.<br />

Insistiendo en la paz<br />

La paz es un riesgo, repito, pero es un riesgo que vale la pena correr, incluso<br />

por coherencia con la necesidad y el deseo de acumular políticamente.<br />

Espero que una mesa de paz no termine en masacre, como fue el caso de la<br />

Unión Patriótica: pero tampoco, en una traición a unas agendas que más de un<br />

colombiano comparte. La traición no depende de renunciar al uso de las armas,<br />

sino de que, una vez se haga, se olvide su compromiso con la justicia social.<br />

Ahora bien, si las élites no entienden esta oportunidad, si la burguesía<br />

nacional no logra ser más nacional y menos burguesía, si el país sigue la senda<br />

trazada por el uribismo, esta paz fracasará, pero no será en este caso por responsabilidad<br />

del ELN.<br />

Hay otros retos en el camino de la paz, más allá de negociar una agenda<br />

y de lograr unos triunfos políticos. Uno de ellos es la capacidad real de ser gobierno.<br />

Gobernar como fruto de la actividad política pública será una meta del<br />

ELN, construir el poder popular desde la legalidad. Hay que tocar el modelo<br />

económico, sea en la mesa de conversaciones, sea en el posacuerdo. Dejarlo<br />

intacto y tratar de navegar en medio del neoliberalismo y del capitalismo salvaje<br />

explica, en parte, el gran fracaso del posacuerdo en El Salvador.<br />

Finalmente, resalto que hay acá dos ideas prestadas: una de Francisco<br />

de Roux y otra de Juan Carlos Houghton. El primero, en una carta a Nicolás<br />

Rodríguez, reconoce que comparte algunas banderas del ELN cambiando, sí,<br />

de métodos como posibilidad para construir país. El segundo señala la necesidad<br />

de que el ELN se deba al pueblo (clase popular, diría Camilo Torres), a<br />

un sujeto político superior. Ese pueblo (sujeto a veces amorfo) que hoy pide en<br />

las regiones del país el cese de la guerra y espacios políticos para construir paz<br />

con justicia social, como lo he escuchado desde Chocó hasta Arauca y desde<br />

la Guajira hasta Pasto.<br />

Ambas lecturas concluyen en reconocer al ELN como sujeto político, con<br />

una agenda, con una potencialidad de poder y con un acumulado que podría<br />

ser puesto al servicio de los pobres en la arena de la política legal. En ese sentido,<br />

va mi invitación a explorar la paz, riesgosa, como todo en la guerra; llena<br />

de obstáculos, como todo en la política; salpicada de fracasos, como todo lo<br />

humano; pero creo que, hoy por hoy, la más sensata de las opciones.

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