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Negociación Gobierno-ELN. Y sin embargo, se mueve<br />
tonces. En 1989 y en años posteriores, encontramos un establecimiento y unos<br />
Estados Unidos con una disposición semejante. Contrastaba con lo ocurrido<br />
en años anteriores. En 1984 y 1985, durante el primer intento de negociación<br />
en Colombia, no había voluntad de la clase dirigente colombiana para negociar<br />
genuinamente un acuerdo de paz. El intento terminó en el baño de sangre que<br />
se vivió entre 1985 y 1990.<br />
Así, en 1989-1990, de nuevo, esta vez en solitario por la falta de acompañamiento<br />
de otros grupos insurgentes, el M-19 impulsó las conversaciones.<br />
Reitero que en Colombia se ha mostrado que las guerrillas no son derrotables.<br />
Que yo recuerde, el único grupo armado insurgente que desapareció<br />
en los últimos 50 años sin una negociación de paz fue el Comando Ricardo<br />
Franco, una disidencia de las FARC, que se eliminó a sí misma en medio de<br />
una paranoia colectiva. De resto, ninguno ha sido totalmente derrotado en el<br />
campo de combate. Y si ha sufrido reveses importantes, han sido parciales y la<br />
insurgencia ha vuelto a levantar la cabeza. Hasta una fracción del EPL que no<br />
firmó los acuerdos de paz de 1991 sigue viva en el Catatumbo 25 años después.<br />
Pero que no haya derrota, es distinto a conseguir la victoria. Es parte de un<br />
equilibrio estratégico dispar que retarda indefinidamente el propósito de toda<br />
organización política, el propósito del alzamiento armado: llegar a gobernar<br />
nuestra sociedad para cambiarla.<br />
Ese reconocimiento fue esencial en la decisión del M-19 de 1990: si las<br />
armas no eran una herramienta eficaz para producir resultados en el propósito<br />
fundamental de nuestra razón de ser como grupo político, había que dejarlas y<br />
asumir el camino alternativo. Ese es el corazón de una paz negociada.<br />
La condición de haber negociado solos en 1989 y 1990 hizo que nuestra<br />
capacidad negociadora fuera limitada. Nos preguntábamos entonces: ¿vale la<br />
pena en esas condiciones llegar hasta el final de la negociación?<br />
Llegamos a la conclusión que sí. Primero, porque, como lo he repetido,<br />
estábamos seguros de que el alzamiento armado era ineficaz como camino para<br />
llegar a gobernar. Pero también, porque durante la negociación comprendimos<br />
de manera cada vez más clara que la paz era una aspiración nacional que nos<br />
ponía en sintonía privilegiada con las mayorías nacionales.<br />
De eso se trata el cambio de herramienta, de rumbo, de método de acción<br />
política. De conseguir el apoyo público a las tesis de cambio, sin armas,<br />
de manera que haya un volumen suficiente de voluntad popular que permita<br />
dirigir el gobierno.<br />
Si el apoyo del pueblo es un componente esencial del alzamiento armado<br />
y la sobrevivencia de la guerrilla está íntimamente ligada a tenerlo en las<br />
regiones de presencia guerrillera, lo es mucho más en el camino de la llegada<br />
al gobierno.