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Algunos pueden graficar el crecimiento de sus hijos en función<br />
de su aprendizaje en el colegio (jardín, primaria, secundaria),<br />
los acontecimientos religiosos (bautismo, primera comunión,<br />
confirmación) o el desarrollo social. En mi caso, el tamaño de la<br />
hamaca era un indicador <strong>del</strong> crecimiento.<br />
Arrancamos en la sillita de bebé con el impulso de mamá o<br />
papá, etapa que se extendió hasta los cinco años, momento en<br />
el cual ya era prácticamente imposible lograr que su cuerpo<br />
encajara en la silla. Luego se mudó a las hamacas de madera.<br />
Habiendo abandonado el resguardo de la cadena protectora<br />
que caracteriza a las hamacas para niños pequeños, se sentaba<br />
y agarraba de las cadenas laterales pero siempre debía ser empujado<br />
para volar por los aires. Sin embargo, para los 7 años, el<br />
trío de hermanos copaba los juegos y ya lograban valerse por sí<br />
mismos, con solo un empujón inicial. Hasta hoy, transcurriendo<br />
el año 2015, Lucas sigue volando en la hamaca como un<br />
pájaro, ahora en casa, la disfruta como el primer día que la conoció.<br />
Con seguridad, puedo afirmar que es su juego preferido<br />
y su vaivén le sirve para ajustar su mente y su <strong>alma</strong>.<br />
La actividad que unió y fortaleció mi relación con Lucas fue<br />
la pileta, la cual disfruta intensamente. Él, el agua y yo vamos<br />
de la mano prácticamente desde siempre. La fascinación de mi<br />
hijo por ver correr el agua de la canilla y jugar con ella, lavar<br />
cuanta cosa estuviera en la pileta de la cocina o en el baño le<br />
duró muchos años. En mi caso, siempre me cautivó la pileta, el<br />
mar o el agua de río ya que disfrutaba revolcarme en las olas,<br />
tirarme de un trampolín, meterme entre las piedras <strong>del</strong> lecho<br />
de un río o bajo una cascada.<br />
Como no podía ser de otra manera, Lucas y el agua son un maridaje<br />
perfecto. Su primer contacto fue a los cuatro años cuando<br />
íbamos todos los sábados por la tarde hasta Belgrano con los<br />
tres chicos y una amiga de mis hijas a una pileta cubierta para<br />
que ellos aprendieran a nadar. Los papás aprovechábamos y<br />
también nos zambullíamos en el agua. Era increíble verlos a todos<br />
jugar sin parar y, al cabo de unos pocos meses, ya flotaban<br />
Mario Nozyce - 105