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Debo aclarar que mi mamá cuidó todas las tardes a mi hijo hasta<br />
que cumplió un año, tanto mi esposo como yo trabajamos y<br />
los tiempos que pasábamos junto a Santi eran limitados. Cuando<br />
mi abuela comenzó con problemas de demencia senil, mi<br />
mamá también se quedó sin tiempo, aunque siempre se mantuvo<br />
cerca y lo veía por lo menos dos veces a la semana.<br />
Transcurridos dos meses luego de la última consulta, y aún sin<br />
escuchar la voz de mi hijo, decidimos llevarlo nuevamente a<br />
la pediatra. Esta vez nos derivó a una neurolingüista para que<br />
lo evalúen. A las pocas sesiones de haber iniciado la terapia, la<br />
profesional nos informó que derivaría a nuestro hijo al psiquiatra<br />
dado que había notado ciertas conductas irregulares.<br />
Aquí me gustaría hacer una pausa, ¿acaso mi hijo de dos años<br />
y nueve meses tenía que ir al psiquiatra? Aún no me había calzado<br />
los guantes para la pelea y la campana ya había sido tocada.<br />
La profesional había notado que Santi se “tildaba”, es decir,<br />
pasaba de estar jugando a quedarse inmóvil mirando un punto<br />
fijo sin interactuar o responder a estímulos.<br />
No pasó mucho hasta recibir el primer golpe que, demás está<br />
decir, no lo esperaba. Y es que sacar turno con un psiquiatra<br />
resultó ser una tarea faraónica. Primero se debe uno contactar<br />
con un “derivador” de la obra social y luego acordar una entrevista<br />
para explicar el caso. Por supuesto que desde nuestra<br />
reunión con la neurolingüista, mi ansiedad de madre exigía<br />
que a mi hijo lo evaluara un psiquiatra de inmediato, pero los<br />
tiempos de la burocracia son más largos que los de los padres<br />
desesperados.<br />
Cuando finalmente llegó la fecha de reunirme con el psicólogo<br />
derivador, mi marido no podía acompañarme por cuestiones<br />
laborales, por lo que fue mi mamá quien lo hizo. Le mostramos<br />
la derivación de la neurolingüista y el informe que nos<br />
había dado cuando lo evaluó. Tras algunos minutos en los que<br />
el licenciado nos indagó respecto a las conductas de Santi, nos<br />
miró y dijo: “Bueno mamá, tu hijo es autista, a partir de ahora<br />
92 - María Luján Trafelati