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Miradas del alma 2

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Jill Hartley<br />

MEMORIES<br />

En esas mañanas y atardeceres de sol generoso y brisa seca en<br />

Salta, donde la vida ha destinado que sea mi morada, sentada<br />

en mi banquito rústico con tijeras de podar, ataviada con envejecido<br />

sombrero de paja ajustado con un liviano foulard y ropa<br />

con años de historia, me siento en paz…<br />

La mente divaga por impensados caminos produciendo sorprendentes<br />

imágenes y a veces simples soluciones a inquietudes<br />

pendientes. Mientras, hurgueteo entre las lavandas, cascadas<br />

de petunias e infinidad de plantas de los canteros, sacando<br />

las flores marchitas, las abejas zumban alrededor y los colibríes<br />

liban el suculento néctar de los limpia botellas, y pienso “qué<br />

mujer bendita que sos de hallar semejante serenidad a fines de<br />

una vida larga y rica en experiencias”. Desde la infancia previa<br />

y durante la Segunda Guerra Mundial en Inglaterra pasando<br />

por años en Buenos Aires, y finalmente en estos pagos salteños<br />

propios de mi marido, donde el hogar familiar siempre está<br />

abierto para todos.<br />

Mientras sigo contemplando las vistas magníficas reconozco<br />

que la vida va poniendo en el camino situaciones y eventos que<br />

en su momento parecen insignificantes hasta que van cerrando<br />

los círculos que uno descubre y que permiten una sensación de<br />

déjàvu y de que “sí, estuve en ese lugar, reconozco que me es familiar”.<br />

Puedo aceptar y enfrentar de la mejor manera posible<br />

los desafíos sembrados en el camino.<br />

Jill Hartley - 59

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