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Miradas del alma 2

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En el jardín siempre me acuerdo de Iván, a quien también le<br />

encanta este lugar. Cuando era chico mientras yo desyuyaba,<br />

él jugaba con las lavandas, le gustaba que estuviera con él pero<br />

no quería que lo mirara. Y si osaba mirarlo, venía corriendo,<br />

tomaba firmemente mi cabeza en sus manos, y me indicaba hacia<br />

dónde tenía que mirar. Podíamos pasar largos ratos así, en<br />

paz, sintiendo la inmensidad de los cerros alrededor. Creo que<br />

esa paz y perspectiva <strong>del</strong> tiempo es lo que tenemos los abuelos<br />

para regalarle a nuestros nietos.<br />

Mi primer encuentro con la discapacidad fue en segundo grado,<br />

donde compartía el banco con Michael, un epiléptico que solía<br />

ladearse de repente, entonces yo lo abrazaba y lo traía de nuevo<br />

al medio donde apoyaba su cabeza sobre su cuaderno. Tantas<br />

veces hasta el día que tuvo una convulsión fulminante, que lo<br />

dejó babeando inconsciente en el piso. Como era la alumna que<br />

más lejos vivía, la maestra me encargó que lo acompañara a su<br />

casa. Eran tiempos de guerra, y no había ómnibus, así que tuvimos<br />

que caminar y caminar. No se me cruzó por la cabeza la<br />

responsabilidad que me imponía la maestra, y lo llevé por ese<br />

largo camino <strong>del</strong> brazo, despacio con su carita resignada hasta<br />

su casa, donde encontramos a su mamá que se quedó atónita.<br />

Elegí a los quince años ser Terapista Ocupacional. Hice las<br />

entrevistas necesarias para obtener un lugar cuando cumplí<br />

los dieciocho, desafiando a mis maestras <strong>del</strong> colegio que parecían<br />

querer que todas las siguiéramos en su profesión. Yo<br />

me negaba absolutamente a ser maestra. De modo que gocé<br />

de una carrera que me hacía feliz en la gran variedad de materias<br />

y prácticas hospitalarias. Trabajé en Escocia en un hospital<br />

psiquiátrico fabuloso con residencias y salas ubicadas en el<br />

enorme parque con cancha de golf, de tenis y pileta cubierta,<br />

adonde venían hastamaharajás hindúes con sus séquitos. Fue<br />

cuando por primera vez escuché la palabra autismo. Compartía<br />

mi departamento con otra terapista ocupacional que estudiaba<br />

también como yo en Oxford, quien trabajaba en la sala<br />

de niños. Me acuerdo cómo llegaba exhausta por las noches<br />

con sus intentos de comunicarse con dos niños con autismo,<br />

60 - Jill Hartley

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