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Aprender y enseñar ciencias: del laboratorio al aula y viceversa

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24<br />

I Esa cosa llamada ciencia<br />

Bueno, sí, de todas esas cosas… pero también de otras mucho más importantes, de esas<br />

que se atesoran, que maravillan, que hacen abrir los ojos y caer las mandíbulas y que, en<br />

definitiva, nos hacen ser mejores personas. La ciencia, se sabe, no es más que un modo<br />

de conocer la re<strong>al</strong>idad (y digo “un” modo porque sin duda hay otros: el que diga que<br />

nunca abrió el diario por la página <strong>del</strong> horóscopo que tire la primera piedra), pero de<br />

manera re<strong>al</strong>mente muy poderosa: a puro preguntazo. Los científicos, entonces, nunca<br />

hemos s<strong>al</strong>ido de la edad de los porqués y, encima, pretendemos ser contagiosos.<br />

Así, queremos contagiar eso que nació t<strong>al</strong> vez con los druidas, que estudiaban con det<strong>al</strong>le<br />

el hígado de un carnero (para lo cu<strong>al</strong>, convengamos, hay que saber bastante anatomía)<br />

y aconsejaban <strong>al</strong> jefe de la tribu que fuera a amasijar a los vecinos de enfrente, o eso<br />

que los griegos fueron transformando en un cúmulo organizado de conocimiento (organizado<br />

en griego, claro, lo cu<strong>al</strong> no nos ayuda mucho en estos días) y que los romanos<br />

se encargaron de latinizar. Pero, ay, llegó la era de los apagones mediev<strong>al</strong>es y la ciencia<br />

quedó en el freezer, y <strong>al</strong>lí hubiera quedado si no fuera porque una cultura más moderna<br />

que la judeocristiana (y que hoy goza de muy m<strong>al</strong>a prensa) se encargó de guardarla en<br />

árabe y preservarla hasta que, poco a poco, se fue recuperando para el resto <strong>del</strong> mundo.<br />

Ya en el Renacimiento, los pintores y los abogados requirieron nuestros servicios (los artistas<br />

para poder retratar un cuerpo humano con mayor re<strong>al</strong>ismo, y los leguleyos porque,<br />

<strong>al</strong> brillar la práctica forense, era preciso conocer sobre mazazos de cráneo, hemorragias y<br />

otras <strong>del</strong>icias). Qué maravilla habrá sido poder descubrir los secretos <strong>del</strong> mundo (y de las<br />

estrellas, ya que estamos) <strong>al</strong>lá por los siglos XVI y afines…<br />

El futuro llegó, hace rato<br />

Y luego de esta breve historia <strong>del</strong> mundo en trece renglones y medio, estamos aquí,<br />

rodeados de ciencia y de su hija dilecta, la tecnología. Más que rodeados, somos dependientes<br />

de ellas, como vimos en la cita <strong>del</strong> libro de Michel Houllebecq. Pero más <strong>al</strong>lá de la<br />

fabricación de s<strong>al</strong>chichas o teléfonos, casi ninguno de nosotros tiene idea acerca de los<br />

conceptos que aparecen en los medios como los grandes avances de la ciencia:<br />

• la teoría de cuerdas<br />

• la nanotecnología<br />

• la energía oscura<br />

• las células madre

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