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Aprender y enseñar ciencias: del laboratorio al aula y viceversa

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Es muy común que el docente presente la clase con <strong>al</strong>gún concepto definitorio: por<br />

ejemplo “hoy estudiaremos la carga eléctrica”. Al menos intuitivamente, todos sentirán<br />

que comprenden de qué se trata, y hasta arriesgarán <strong>al</strong>gún tipo de definición operativa<br />

(“eso que corre por los cables de electricidad”, etc.) pero que en la mayoría de los casos<br />

redundará en tautologías o p<strong>al</strong>abras carentes de significado objetivo (“eso”). A partir de<br />

<strong>al</strong>lí se encadena una serie de equívocos y sobreentendidos que conspiran contra el aprendizaje,<br />

ya que se parte de <strong>al</strong>go que supuestamente es conocido, pero que es imposible de<br />

relacionar con fenómenos de la natur<strong>al</strong>eza. Una clase de <strong>ciencias</strong> no debe buscar darles<br />

significado a los términos. Por el contrario, estos deben acuñarse justamente para poder<br />

referirse a fenómenos presenciados e ideas formuladas que se conocen pero no han sido<br />

nombrados todavía. 31<br />

Nombrar un fenómeno, aun con el más pomposo y elegante de los nombres, no es<br />

entenderlo, y a veces es todo lo contrario. En el ejemplo de carga eléctrica, es bueno<br />

recordar, por ejemplo, que hablar de carga “positiva” o “negativa” es una convención<br />

histórica para explicar el llamado efecto ámbar; lo mismo será hablar de carga blanca y<br />

carga negra, o de carga dulce y s<strong>al</strong>ada. 32<br />

Es muy diferente comenzar una secuencia didáctica presentando un fenómeno –simple o<br />

complejo, espectacular o cotidiano– y re<strong>al</strong>izando experiencias referidas a ese fenómeno<br />

en particular. Después de todo, la ciencia se basa en la observación y manipulación experiment<strong>al</strong><br />

de este tipo de fenómenos natur<strong>al</strong>es, y ya sabemos que estamos tratando de<br />

hacer ciencia en el <strong>aula</strong>. Una vez anudados y desanudados los fenómenos, los estudiantes<br />

podrán hacerse una idea bastante concreta acerca <strong>del</strong> fenómeno en estudio: en ciertas<br />

condiciones se comporta de esta manera, se describe de acuerdo con estas variables, etc.<br />

Una vez que se manejen el fenómeno y las ideas sobre él, es un buen momento para<br />

introducir los conceptos terminológicos y las definiciones, que ahora tendrán un sentido<br />

concreto: servirán para nombrar lo que ya conocemos. El uso de esta secuencia que va de<br />

los fenómenos natur<strong>al</strong>es a los nombres técnicos puede hacerse explícito a los estudiantes<br />

de modo que se sumen conscientemente <strong>al</strong> esfuerzo de pensar las ideas primero y disponer<br />

de los términos técnicos cuando sea adecuado.<br />

31 Gellon et <strong>al</strong>. Ciencia en el <strong>aula</strong>. Buenos Aires, Paidós, 2005.<br />

32 El físico Richard Feynman solía contar que su forma de pensar tuvo una enorme influencia de su padre, quien<br />

respondía sus preguntas sobre el nombre de las cosas (como los pájaros que se encontraban en sus caminatas)<br />

diciendo que “no importa cómo se llama; lo que importa es que es marrón con el pecho amarillo, y tiene el tamaño<br />

de un gorrión y vive en un clima frío…”.<br />

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