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Aprender y enseñar ciencias: del laboratorio al aula y viceversa

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II No sé lo que quiero, pero lo quiero ya<br />

Sin embargo, las evidencias están a la orden <strong>del</strong> día: es la participación activa de los estu-<br />

diantes en las clases, y no la típica transmisión vertic<strong>al</strong> de información o el uso de labora-<br />

torios basados en recetarios, la que tiende a garantizar el aprendizaje de las <strong>ciencias</strong>. Lo<br />

mismo ocurre con las investigaciones en cuanto <strong>al</strong> materi<strong>al</strong> impreso que re<strong>al</strong>mente ayuda<br />

a que los estudiantes acompañen el recorrido científico que pretendemos fomentar. Si<br />

bien nos dedicaremos a este apartado más a<strong>del</strong>ante, v<strong>al</strong>e la pena presentar <strong>al</strong>gunos interrogantes<br />

sobre qué leer para entender y saborear la ciencia.<br />

Los libros y la ciencia<br />

Los libros, entonces, son otro cantar (o bien, otro leer). Si bien los textos de ciencia para<br />

diferentes niveles educativos (en particular para los niveles inici<strong>al</strong>es) han experimentado<br />

una esperada transformación en la última década, no cabe duda de que no serían el<br />

materi<strong>al</strong> de lectura favorito para un estudiante que esté viajando en el tren de vuelta a su<br />

casa. Una de las grandes preguntas es qué hace de un libro de ciencia (no necesariamente<br />

de texto) una lectura interesante. Existe una excelente escuela, sobre todo norteamericana,<br />

de producción de libros de “divulgación científica” de edición masiva, que muchas<br />

veces son un éxito editori<strong>al</strong>. Entre ellos están ídolos como Oliver Sacks, Stephen J. Gould<br />

o Richard Lewontin (además de los clásicos Asimov, Sagan o Paul Davies). Incluso corresponde<br />

mencionar a aquellos autores con los que uno puede no coincidir, pero quienes<br />

no se puede no admirar su pluma y la belleza de su estilo, como Richard Dawkins, Matt<br />

Ridley o Antonio Damasio. Eso sin olvidar a queridos autores latinoamericanos como<br />

Marcelino Cereijido, Roberto Lent o Ruy Pérez Tamayo.<br />

¿Qué es lo que hace que sus artículos, y sobre todo sus libros, sean tan maravillosos? Es<br />

imposible saberlo a ciencia cierta, ya que se trata de una sensación puramente subjetiva<br />

(así como para otros lo maravilloso estará en los libros de Paulo Coelho o Harry Potter),<br />

pero creo que tienen en común dos elementos. Por un lado, nadie puede dudar de que<br />

Sacks o cu<strong>al</strong>quiera de los otros hablan y opinan con el peso de ser de los más expertos en<br />

su disciplina, además de que <strong>al</strong>gunos de ellos escriben maravillosamente. Pero además, y<br />

esto es lo novedoso, son capaces de transmitir ese entusiasmo casi infantil y pasion<strong>al</strong> por<br />

sus temas de interés. Nadie queda indemne luego de leer la historia de Darwin escrita<br />

por Gould, o de meterse en la piel de los pacientes de Sacks, en el tiempo y los tiempos<br />

de Cereijido o en la discusión de la ideología <strong>del</strong> proyecto genoma humano esgrimida<br />

por Lewontin.<br />

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