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Aprender y enseñar ciencias: del laboratorio al aula y viceversa

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sistema de diálogos guiados, otra es la de apropiarse de juegos de rol t<strong>al</strong>es como juicios;<br />

en ambos casos se busca un ámbito de efervescencia y discusión en el que se expongan<br />

e intercambien ideas, sobre la base de que el conocimiento en <strong>ciencias</strong> natur<strong>al</strong>es proviene<br />

de fuentes puramente empíricas, pero es imprescindible interpretar, an<strong>al</strong>izar y hasta<br />

pelearse por el significado de las investigaciones.<br />

La construcción <strong>del</strong> conocimiento científico de manera consensuada en el <strong>aula</strong> permite<br />

presentar a la ciencia como un tipo muy especi<strong>al</strong> de debate, en el cu<strong>al</strong> los observadores<br />

de fenómenos deben ponerse de acuerdo sobre lo que sucede y por qué sucede. Al<br />

adquirir un rol activo en la tarea, los <strong>al</strong>umnos van re<strong>al</strong>izando una serie de operaciones<br />

ment<strong>al</strong>es lógicas que mejoran la coherencia interna <strong>del</strong> discurso a medida que se cuestionan<br />

los razonamientos.<br />

Existen diversos ejemplos en los que el docente mo<strong>del</strong>a para los <strong>al</strong>umnos el diálogo socrático,<br />

buscando extraer <strong>del</strong> interlocutor, a través de preguntas y re-preguntas, las premisas<br />

que le permitan construir un discurso lógico y coherente acerca de un tema en particular.<br />

El diálogo puede ser complementado por experimentos, aunque esto no es estrictamente<br />

necesario. De cu<strong>al</strong>quier manera, la discusión se complementa en forma permanente con<br />

“experimentos ment<strong>al</strong>es” (thought experiments), <strong>del</strong> tipo de: “si re<strong>al</strong>izara t<strong>al</strong> experimento<br />

o análisis y h<strong>al</strong>lara t<strong>al</strong> resultado, entonces llegaría a esta conclusión”.<br />

Un ejemplo fue propuesto por Gregory Bateson en su libro Espíritu y natur<strong>al</strong>eza (1990, retomado<br />

en Bonaparte, 2001), 53 cuando narra su particular enfoque para encontrar reglas en la<br />

natur<strong>al</strong>eza. Bateson cuenta de esta manera su acercamiento a los estudiantes de entonces:<br />

En la década de 1950 era instructor de jóvenes de C<strong>al</strong>ifornia, San Francisco.<br />

Era una pequeña clase de 10 a 15 estudiantes, y yo sabía que iba a ingresar a<br />

una atmósfera de escepticismo rayano en la hostilidad. Cuando entré, percibí<br />

claramente que suponían que yo era una encarnación <strong>del</strong> demonio, que venía<br />

a increparles dónde estaba el sentido común que producía guerras atómicas y<br />

pesticidas. En estos tiempos (¿y todavía hoy?) se creía que la ciencia era “ajena a<br />

los v<strong>al</strong>ores” y que no estaba guiada por “emociones”.<br />

Por supuesto, esta es la misma experiencia que suelen sentir los profesores cuando entran<br />

a su clase de <strong>ciencias</strong>. Bateson prepara el escenario cuidadosamente, y guía a sus <strong>al</strong>umnos<br />

a través de un problema sencillo:<br />

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