Jakob Lorber - Obispo Martín - Ciencia y Espiritualidad - Jakob Lorber
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________________________________<strong>Jakob</strong> <strong>Lorber</strong>_________________________________<br />
15 («Eso, ¡precisamente eso es!, y nunca más justamente que en vuestro caso, ¡gansos<br />
estúpidos que sois!», pensó <strong>Martín</strong>.)<br />
16 «Cuando llamamos a un portal con el letrero “puerta del Cielo”, en vez de dejarnos entrar<br />
como bien merecido teníamos tuvimos que consentir con que un villano nos despachara con las<br />
palabras: “¡Atrás, vírgenes necias y estúpidas!, ¿por qué no llenasteis antes vuestras lámparas<br />
con aceite?”».<br />
17 (<strong>Martín</strong> para sí mismo: «Muy acertado, ¡hasta yo mismo tendría no pocas ganas de<br />
despacharlas de esta casa!».)<br />
18 ...«Pero entonces desapareció el portal y quedamos rodeadas de un gran número de<br />
pequeños diablos que nos parecían como fuegos fatuos. Y estos diablos brincaron todo el<br />
tiempo alrededor nuestro, inoportunándonos de mala manera hasta que hace poco, en nuestra<br />
huida casi ya eterna, nos encontramos con este grupo.<br />
19 ¿Qué opinas tú, querido y noble amigo? ¿Qué deberíamos hacer para aumentar algo de<br />
categoría de una vez? Oh, noble amigo, ¿cuál es tu parecer?».<br />
20 Entre lacónico y irónico, <strong>Martín</strong> respondió: «Ayayay..., teniendo en cuenta que vivisteis<br />
una vida totalmente de acuerdo con el Evangelio... ¡el Señor ha sido en esto evidentemente muy<br />
injusto con vosotras! Esto hay que decirlo: si el Señor Jehová Jesús os prometió el Cielo por las<br />
reglas tan extraordinariamente evangélicas de vuestra orden y luego no cumple, ¡entonces es<br />
realmente muy injusto, o casi impertinente! ¿A unos corazoncillos tan finos y tan estudiados<br />
negarles el Cielo? ¡Esto, por supuesto, es inaudito! ¿No será tal vez que entre vosotras os habéis<br />
dedicado secretamente un poco a la impudicia sodomita? ¿O, que tras observar estrictamente las<br />
mil reglas tan cultas de vuestra orden, tal vez os olvidasteis de la primera regla de la cristiandad:<br />
el amor al prójimo?».<br />
21 Respondió una que quería parecer muy francesa: «Oh non, non, mon ami, todas fuimos<br />
muy immaculées et también hemos étudié mucha religion, mais ¿qué necesitamos más pour le<br />
cieló? Nosotras sommos el amour al prójimo en personne, mais la impudicia sodomítique no<br />
conocemos, ¿qué classe de animal es? Nosotras hemos vivido comme Dieu manda, mon ami,<br />
¡castas comme las fleures! ¿Qué más querrá le Monsieur Jesus de nosotras?».<br />
22 «Por la Gracia de Dios, ¡deja de hablar en gabacho!», protestó <strong>Martín</strong>. «¿Es posible que<br />
por la estupidez de una moda no puedas hablar tu propia lengua materna? ¿Acaso crees que con<br />
eso llegarás al Cielo? ¡Ni hablar! Te digo, ganso superestúpido, ¡que te prepares a esperar!,<br />
¡Pero esto es el colmo, aquí, en el reino de los espíritus! Espíritus de otros planetas me han<br />
hablado perfectamente en mi lengua, y a esta dama del Sagrado Corazón le gusta el francés más<br />
que su propia lengua materna... ¿Por qué tu antecesora en la palabra, que es de Lyon, habrá<br />
podido hablar en cristiano conmigo, mientras que tú, ganso orgulloso, me hablas en<br />
galimatías?».<br />
23 Asustada, la dama respondió por lo llano: «Oh, amigo, ¡es que pensé que te impresionaría<br />
de esta manera!».<br />
24 «Tal pensamiento es tan estúpido como la quimera de que vuestras necedades iban a<br />
abriros el Cielo. ¿No pensaréis que Dios lo ha hecho para gansos tan memos como vosotras?<br />
¡Estáis totalmente equivocadas! Os digo que antes que vosotras entrarán en él todos los burros y<br />
bueyes, ¡acordaos de ello! ¡Escondeos en aquel rincón para aprender ante todo la humildad!<br />
Sólo después venid a preguntar si en alguna parte del Cielo más bajo necesitan una pastora, lo<br />
que por el momento dudo. ¡Retiraos ahora a donde os he mandado!».<br />
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Diálogo entre un jesuita y <strong>Martín</strong>. Instrucción de una religiosa de la Caridad,<br />
atemorizada ante la vista del infierno<br />
1 Un jesuita se acercó a <strong>Martín</strong> y tomó la palabra: «Noble amigo, no parece que seas muy<br />
amante de las artes y las ciencias, ya que ves con tan poco agrado a estas sumamente dignas<br />
damas del Corazón de Jesús. No obstante, se puede decir que es la única congregación femenina<br />
que desde la mañana hasta la noche se ocupa tan entregadamente de las ciencias y las artes<br />
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