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Jakob Lorber - Obispo Martín - Ciencia y Espiritualidad - Jakob Lorber

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________________________________<strong>Obispo</strong> <strong>Martín</strong>_________________________________<br />

con los pies en su propio suelo, estoy preparado para algunas sudadas aún más agobiantes.<br />

Adelante, ¡presiento que nos vamos a divertir!».<br />

130<br />

Preguntas de prueba. Los ruegos a los santos para que intercedan<br />

1 «Escucha, <strong>Martín</strong>, si no me equivoco fuiste siempre gran amigo de María, José y los demás<br />

santos», dijo Juan. «Pero aquí parece que te importan poco, ¿qué te pasa? Y es evidente que<br />

tampoco te preocupas por tus parientes, por padre, madre, hermanos y hermanas, ni por todos<br />

tus amigos que llegaron aquí antes que tú... Dime, ¿quién o qué tiene la culpa?<br />

2 Cabe dentro de lo posible que se encuentran en alguna parte donde sean muy desgraciados,<br />

mientras que tú eres ahora un gran amigo del Señor. ¿No piensas que deberías acudir en su<br />

socorro si supieras que están padeciendo en alguna parte ? Tú mismo, en el mundo, fuiste un<br />

gran defensor de la intercesión a través de los santos. Pero aquí, siendo tú mismo santo y amigo<br />

del Señor, te haces el desentendido... A ver, ¡explícate!».<br />

3 «Amigo, el buey come heno y paja, y el burro se conforma con un alimento de inferior<br />

calidad. Y te digo que en la Tierra primero fui un burro y después un buey», le respondió<br />

<strong>Martín</strong>. «¿Cuál era entonces mi comida? Primero hierba y heno mezclado con algo de estiércol<br />

y después una paja algo mejor y heno. Pregunto: con semejante alimento para el espíritu, ¿acaso<br />

uno puede engordar espiritualmente?<br />

4 Ahora, únicamente a través del Amor, de la Misericordia y de la Gracia del Señor, me he<br />

vuelto un verdadero hombre y ya he comido varias veces su pan de vida y he bebido su<br />

verdadero vino del conocimiento. ¿Acaso sería decente por mi parte preocuparme por la indigna<br />

comida mundana de burros y bueyes? ¿Cómo voy a persistir en mi equivocada creencia terrenal<br />

de que los ciudadanos bienaventurados de este infinitamente grande Reino celestial de los<br />

espíritus pudieran ser más misericordiosos que el Señor mismo, y que por eso haría falta que<br />

intercedieran cada vez ante el Señor, incitándole a que practique el Amor, la Misericordia y la<br />

Gracia? Ya no soy tan estúpido, ¡gracias a Dios!<br />

5 ¿Qué son María, José, todos los presuntos santos, mis padres, mis hermanos y mis amigos<br />

terrenales, comparados con el Señor? Teniéndole a Él, qué me importan mil Marías y Josés, mil<br />

padres y diez mil hermanos, hermanas y otros? El Señor cuida de todos ellos como ha cuidado<br />

de mí, ¿qué más hace falta? Supongo que cada verdadero ciudadano del Cielo piensa como yo,<br />

¡de lo contrario tendría que ser más perfecto que el mismo Señor!<br />

6 En aquellos tiempos, cuando al Señor le informaron que su madre María y sus hermanos le<br />

estaban esperando fuera, Él dijo con toda claridad quiénes son su madre, sus hermanos y<br />

hermanas.<br />

7 Si Él, que siempre fue y será nuestro instructor y maestro, nos enseñó esto en la Tierra,<br />

aunque por desgracia no lo comprendimos, ¿acaso ahora que estamos en el Cielo íbamos a<br />

encontrar otra enseñanza mejor dentro de nosotros mismos? Afirmo que semejante parecer sería<br />

un abasto para burros y bueyes aún más absurdo que el mío de entonces. ¿Tengo razón,<br />

hermano?».<br />

8 «Ya veo que tienes el alma bien puesta», observó Juan, «porque así es y nunca podrá ser<br />

diferentemente. Pero si te encontraras con María, José u otras personas célebres, ¿te causaría<br />

una alegría especial?».<br />

9 «Claro que me causaría una gran alegría», reconoció <strong>Martín</strong>. «Pero esa alegría no sería<br />

mayor que si viniera el Señor a mí, porque únicamente en Él tengo todo, con lo que Él también<br />

significa para mí más que todo... Vosotros dos, tú y Pedro, fuisteis en la Tierra de las personas<br />

más destacadas. ¿Acaso por ello hago rancho aparte con vosotros? Os quiero mucho, pero a<br />

todos los demás buenos y sabios ciudadanos del Cielo les guardo la misma estima que a<br />

vosotros. Pues todos somos hermanos y solamente uno es el Señor. ¿Acaso no es así?».<br />

10 Juan se lo confirmó y continuó: «Bien, <strong>Martín</strong>, con esta sabiduría proseguirás en el Sol sin<br />

contratiempos. Nuestro camino ya está bajando a un valle y pronto tendremos trato con los<br />

sabios del Sol».<br />

- 193 -

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