Jakob Lorber - Obispo Martín - Ciencia y Espiritualidad - Jakob Lorber
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________________________________<strong>Obispo</strong> <strong>Martín</strong>_________________________________<br />
obligado. Por consiguiente mis acciones tenían que ser igual de malas. ¡Ahora lo veo con toda<br />
claridad! Pero también, aunque fueras un ángel, tendrías que reconocer una cosa : el hombre,<br />
que ni mucho menos es un producto de sí mismo, está dotado con las más diversas tendencias;<br />
por lo que tampoco puede tener la culpa de todos sus defectos.<br />
16 Si me hubiera creado y educado luego yo mismo, entonces también yo mismo sería<br />
responsable de todo que haya hecho, y sujeto al castigo correspondiente. Pero eso de condenar<br />
mis acciones incondicionalmente y ponerles el sello de pecados mortales sólo porque las hice<br />
yo, eso, aunque en puridad no sea injusto, no deja de ser algo demasiado duro.<br />
17 Si el hijo de un ladrón también se vuelve ladrón porque nunca ha visto, oído ni aprendido<br />
otra cosa que robar y asesinar, te pregunto: pese a que sus acciones sean horrorosas, ¿pueden ser<br />
estrictamente consideradas como pecados?<br />
18 ¡A un tigre no se le podrá condenar por ser sanguinario! ¿Quién dio a la víbora su veneno<br />
mortal?<br />
19 ¿Tendrá el caníbal culpa por comer carne humana tras abatir a un enemigo? ¿Por qué no<br />
baja un ángel u otro espíritu de los Cielos para abrirles los ojos? ¿Puede ser que Dios haya<br />
creado millones y millones de hombres sólo para su perdición? ¿No sería esto una pura tiranía?<br />
20 Por eso digo: ¡A cada uno lo que merezca, pero no también lo ajeno de lo que jamás puede<br />
tener culpa!».<br />
21 «Con tu réplica eres muy injusto contra mí», le respondí Yo. «¿Acaso no entiendes que te<br />
ayudamos en este trabajo tuyo precisamente porque conozco tus estoicos principios de justicia<br />
desde hace ya mucho tiempo?<br />
22 Con la parte que incumbe a tu pretendida educación deficiente ya se cargó Pedro. Y con<br />
aquella en la que tachas al Creador de ser culpable, con esa ya me cargué Yo.<br />
23 En la que te corresponde a ti ¿piensas realmente que eres inocente? ¿Acaso no conociste<br />
los Mandamientos de Dios y también las leyes mundanas referente el orden público? ¿No<br />
estuviste aquí y allá sabiendo que tus propósitos eran pecaminosos?<br />
24 No desististe de tus propósitos sino que hiciste el mal ¡contra el aviso de la potente voz de<br />
tu conciencia cuando entonces esta te advirtió ! ¿Me dirás que también eso fue culpa de tu<br />
educación o del Creador?<br />
25 Si fuiste inclemente con los pobres y sabiendo que tus padres fueron verdaderos modelos<br />
de generosidad, dime, ¿lo cargamos a la educación?<br />
26 Te volviste más altivo que un águila, mientras que tus padres fueron humildes de todo<br />
corazón conforme manda la palabra de Dios. Dime, ¿cargamos esto a cuenta de la educación?<br />
¿Acaso a Dios?<br />
27 ¿No ves que eres muy injusto con el Creador? ¡Reconócelo y sé humilde! Porque ante Dios<br />
no alcanzarás nada con todas tus excusas, pues todos los pelos están pesados. Ama a Dios sobre<br />
todo y a tus hermanos, y encontrarás justicia justa... ¡Así sea!».<br />
21<br />
Necia excusa filosófica de <strong>Martín</strong>. Apelación amistosa a la conciencia<br />
1 «El “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo” ya estaría muy bien<br />
si uno supiera cómo hacerlo», dijo <strong>Martín</strong>. «Pues a Dios habría que amarle con el amor más<br />
puro y, en cierto sentido, al prójimo también. Pero uno como yo, ¿de dónde va a sacar parecido<br />
amor o cómo lo va a despertar dentro de sí?<br />
2 Conozco el sentimiento de la amistad y el amor hacia el sexo femenino; también conozco el<br />
amor interesado de los niños para con sus padres. Sólo desconozco el amor de los padres para<br />
con sus hijos. Ahora pregunto: ¿puede el amor a Dios parecerse a una de estas clases de amor<br />
que por estar dirigidas a criaturas tienen todas una base impura?<br />
3 Tengo la opinión de que la criatura hombre no puede amar a Dios su Creador sino como el<br />
mecanismo de un reloj a su constructor. Para poder amar a Dios por su santidad, dignamente,<br />
haría falta una libertad absoluta y divina de la que no disfrutarán sino los arcángeles más<br />
independientes. Pero ¿dónde se encuentra el hombre que está en el escalón más bajo y profano?<br />
¿Y dónde la suprema libertad divina?<br />
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