Jakob Lorber - Obispo Martín - Ciencia y Espiritualidad - Jakob Lorber
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________________________________<strong>Jakob</strong> <strong>Lorber</strong>_________________________________<br />
porque es sabido que tú, y se supone que también todo el linaje humano de tu planeta, hasta<br />
ahora mismo sois todavía demasiado ignorantes para una enseñanza interior.<br />
2 ¿Acaso piensas seriamente que el supremo y todopoderoso Espíritu de Dios haya creado al<br />
hombre, su criatura más perfecta, como un saco vacío en el que si quieres tener algo dentro hay<br />
que meterlo antes? Oh, ¡ahí estás profundamente equivocado!<br />
3 El hombre de cada mundo celeste ya tiene un infinito tesoro de sabiduría dentro de sí. Sólo<br />
hace falta activar esta semilla con un medio adecuado y, sin nada más, producirá en seguida los<br />
frutos más maravillosos. Y del remedio adecuado ya se preocupa el excelso Espíritu Divino.<br />
4 Si el hombre no ha rechazado tal remedio sino que lo ha aplicado en sí mismo, entonces<br />
empezará a germinar por su propia semilla, a crecer y, finalmente, a madurar. No hace falta<br />
enseñanza exterior, sino únicamente interior.<br />
5 Porque todo lo que al hombre le llega de fuera siempre seguirá siendo algo ajeno. Lo<br />
recibido de fuera no puede darle una verdadera sabiduría propia y duradera sino sólo una<br />
sabiduría que nunca favorece la verdadera vida sino que causa su perdición, acabando al fin con<br />
ella. Pues, como algo venido de fuera, siempre se inclinará hacia lo de fuera y jamás hacia<br />
dentro, a la morada de la auténtica y verdadera Vida eterna de Dios, el Espíritu supremo.<br />
6 Así es cómo nosotros llegamos a nuestra sabiduría; no desde fuera sino únicamente desde<br />
dentro. Si vosotros necesitáis de una enseñanza exterior será entonces porque sois unos seres<br />
muy toscos y sensuales, y por eso grandes pecadores. De modo que sois adversarios del Orden<br />
divino y por ello vuestro concepto de vida va contra vuestra auténtica vida: la interior. Así el A,<br />
el B y todos los demás serán y seguirán siendo ciegos si no les sopla un viento externo de<br />
enseñanza.<br />
7 Esta es la respuesta a tu pregunta, también en el plano externo, ya que para comprender una<br />
respuesta en el interno te faltan todavía por completo las facultades necesarias, lo que tú mismo<br />
has confirmado con tu pregunta. ¡Pero aun así puedes seguir preguntando!».<br />
8 <strong>Martín</strong> puso cara de vinagre ante esta explicación porque comprendía que no podía<br />
competir con la sabiduría de los habitantes de la Luna. Estaba muy interesado en demostrar a los<br />
habitantes de la Luna que él, como habitante de la Tierra, era más sabio; pero no encontró<br />
manera de demostrárselo.<br />
9 Por eso <strong>Martín</strong> se dirigió a mí: «Señor, ¡no me abandones ahora! Ayúdame a vencer a este<br />
habitante de la Luna tan sumamente sabio para demostrarle que los hombres de tu Tierra no son<br />
tan ignorantes como él los pinta. Con sus respuestas me aplasta de tal forma que a mil de ellas<br />
no le podría devolver ahora ni una sola. Y eso teniendo en cuenta que yo debería ser su amo,<br />
como en adelante también de todo este mundo...<br />
10 Tendría poca gracia que los habitantes de todos los mundos vistos vinieran a mí como amo<br />
suyo y me demostrasen que soy el insensato más estúpido de toda esta creación... Me parece que<br />
para evitar esta vergüenza haría falta que, con una sabiduría mayor, les pudiera demostrar desde<br />
el principio quién aquí es su señor. Así dejarían de tratarme en lo sucesivo en tono pedantesco<br />
como a un párvulo».<br />
11 «Escucha, <strong>Martín</strong>, ¿acaso piensas que puedes hacerle callar a un verdadero sabio como a<br />
este con una batalla de respuestas?», le pregunté. «¡En eso te equivocas profundamente! De la<br />
misma manera que no hay sino una sola Verdad, tampoco hay sino una sola sabiduría que, igual<br />
que un baluarte eterno, es eternamente invencible. Si este habitante de la Luna se te enfrentó<br />
con la única auténtica verdad, dime, ¿con qué clase de sabiduría más sabia quieres combatirle?<br />
12 Te digo que hay un camino muy distinto del tuyo para conseguir que estos espíritus se<br />
vuelvan afables, serviciales y devotos tuyos: el amor, la humildad y una gran mansedumbre.<br />
¡Con estas tres cualidades de vida, las más importantes y principales, llegaremos finalmente al<br />
punto desde el que se puede combatir con eficacia a todos estos incontables habitantes de las<br />
estrellas!<br />
13 El amor te enseña cómo hacer el bien y tan felices como sea posible a todos ellos. La<br />
humildad te enseña a ser pequeño y a no alzarte nunca con arrogancia por encima de nadie, por<br />
insignificante que parezca, sino a considerarte siempre como el más ínfimo. La mansedumbre te<br />
enseña a soportar a todos y a ayudarles, en todo lo que les haga falta, desde el fondo más íntimo<br />
del corazón y siempre con la misma benevolencia. Hay que ayudarles siempre con estos<br />
remedios tan sumamente afables que jamás pueden restringir la libertad de nadie. Si alguna vez<br />
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