Jakob Lorber - Obispo Martín - Ciencia y Espiritualidad - Jakob Lorber
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________________________________<strong>Obispo</strong> <strong>Martín</strong>_________________________________<br />
Luego vuelve de prisa a la barca, coge el segundo arpón y haz lo mismo que Pedro! Como el<br />
monstruo está ahora fatigado podremos dominarlo fácilmente; ¡adelante, pues!».<br />
7 <strong>Martín</strong> cumplió su encargo con mucho empeño: la barca quedó amarrada y <strong>Martín</strong> volvió<br />
de nuevo a ella. Clavó el arpón en las quijadas del otro lado del monstruo que quedó bien sujeto.<br />
8 «Ahora salid a la orilla y traed el cable fuerte con el arpón de lanzamiento que es pesado y<br />
muy afilado», continué Yo. «En la choza está todo preparado. Mientras tanto Yo, con los dos<br />
arpones ya clavados, voy a dirigir el monstruo algo más cerca de la playa donde vosotros dos, lo<br />
más rápido posible, le tenéis que arrojar a la cabeza el arpón de lanzamiento . Tú, <strong>Martín</strong>, no<br />
debes asustarte de las reacciones del animal... ¡Valentía y todo irá bien! ¡Adelante, pues!».<br />
9 Todo sucedió como previsto. Pero cuando el pesado arpón de lanzamiento entró en lo vivo<br />
del monstruo, este empezó a encabritarse sobremanera, lanzando enormes olas a la playa que a<br />
veces cubrían del todo a <strong>Martín</strong> cuando manejaba el cable, mientras que sus fauces intentaban<br />
atraparle sin cesar. <strong>Martín</strong> estaba pasando grandes apuros, y los pasó mayores por mí cuando<br />
vio que el monstruo con su enorme cola levantó varias veces la barca por los aires para luego<br />
arrojarla abajo otra vez.<br />
10 «¡Aguanta, hermano!», gritó Pedro. «¡Concentra todas tus fuerzas, porque si no este<br />
terrible monstruo nos arrastrará al fondo del mar donde tendremos una suerte negra!».<br />
11 «¡Si no estuviera tan cerca de esta bestia!», se quejó <strong>Martín</strong>. «¡Intenta atraparme sin cesar<br />
y el maestro cada vez la acerca aún más a mis narices: al abrir y volver a cerrar su horrorosa<br />
boca, cada vez me echa en la cara por lo menos cien cubos de agua!<br />
12 ¡Vaya trabajo más pesado y peligroso! ¡Sería demasiado duro hasta para un condenado a<br />
galeras! Oh, oh, m-m-m brrr, brrr - ay, ¡otra descarga de agua en la cara! ¡Esta bestia acabará<br />
ahogándome! ¡Y otra vez está abriendo sus fauces; no, esto ya no lo aguanto más!».<br />
13 «Coge el soporte y méteselo en la boca para ensanchársela», le aconsejó Pedro. «¡Así ya<br />
no correrás el riesgo de que te trague!».<br />
14 <strong>Martín</strong> le metió el soporte en las fauces y comentó: «¡Eso es! ¡Ahora se te pasará el apetito<br />
por mí! ¡Pedro, has tenido una idea muy buena, pero si me la hubieras dicho un poco antes<br />
habría podido ahorrarme unas cuantas duchas!».<br />
15 «Bien hecho», dije desde la barca. «Ahora amarrad también en un palo el cabo con el<br />
arpón de lanzamiento y volved rápidamente a la barca pues este pez ya es nuestro y ya no se<br />
escapará. Vamos a prepararnos para salir de nuevo. Tal vez dentro de poco podremos hacer una<br />
pesca aún más importante».<br />
16 Ambos cumplieron rápidamente el encargo que les di. Pero <strong>Martín</strong> se rascó la oreja porque<br />
la última redada ya le había bastado; aun así, hizo sin embargo lo que se le había dicho.<br />
17 Nada más entrar ambos en la barca esta partió a gran velocidad.<br />
18 Durante el viaje me dirigí a <strong>Martín</strong>: «Amigo, aquí tendrás que acostumbrarte a estar<br />
siempre de buen ánimo. A quien cumple con su deber con mal humor rara vez le sale bien su<br />
trabajo. Por eso ten paciencia, valor y tenacidad. ¡La recompensa llegará después del trabajo<br />
cumplido!<br />
19 Pues sí, mi querido amigo, aquí en el reino de los espíritus no vale el lema que tantas veces<br />
recitaste monótonamente en la Tierra: “Descanse en paz”, sino: “Trabajad, mientras sea de día”.<br />
Ya está bien que uno descanse por la noche cuando nadie puede trabajar. En tu noche también<br />
estuviste sin trabajo; pero como ahora está amaneciendo dentro de ti, también tendrás que<br />
trabajar, pues el Reino de Dios es un reino de actividad y no un reino para zánganos o<br />
recitadores de breviarios. Así que: ¡ánimo!<br />
20 Mira hacia el norte donde todavía se puede distinguir la superficie del mar. ¿Ves como está<br />
agitada pese a que no hay ni el menor viento? La razón no puede ser sino otro pez enorme. Por<br />
eso vamos a dirigirnos allí para poner manos a la obra. ¡Este pez merecerá especialmente<br />
nuestro esfuerzo!».<br />
21 «Me temo que este pez, con la ayuda del diablo, acabará bien pronto con nosotros»,<br />
protestó <strong>Martín</strong> . «¿Pero para qué se necesitan aquí en el reino de los espíritus tantos peces de<br />
tamaño tan exagerado? ¿Acaso también aquí guardan ayuno y sólo se puede comer carne de<br />
pescado? ¿O es posible que también se conserven la carne y la grasa de peces como estos?».<br />
22 De nuevo tomé la palabra: «¡De prisa! ¡El monstruo nos ha visto y viene directamente por<br />
nosotros! ¡Coged cada uno una espada porque se trata de una hidra de diez cabezas! Pedro ya<br />
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