Jakob Lorber - Obispo Martín - Ciencia y Espiritualidad - Jakob Lorber
Jakob Lorber - Obispo Martín - Ciencia y Espiritualidad - Jakob Lorber
Jakob Lorber - Obispo Martín - Ciencia y Espiritualidad - Jakob Lorber
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
________________________________<strong>Obispo</strong> <strong>Martín</strong>_________________________________<br />
perfecta; de modo que no hay peros que poner. No puedo sino darles toda razón. ¿O ves tú algo<br />
mejor?».<br />
4 «Lo que es correcto es correcto, tanto en el Cielo como en la Tierra», contestó Pedro. «Pero<br />
aun así no debes darte por vencido tan fácilmente por algunas frases sabias: también tus<br />
argumentos se sostienen. Anda pues, ¡reflexiona un poco más y se te ocurrirá un buen<br />
argumento para una buena respuesta!».<br />
5 <strong>Martín</strong> dio vueltas y más vueltas al asunto y, al fin, encontró un argumento realmente<br />
irrefutable: «Encantadoras hijas del Sol», continuó. «Vuestra exposición ha sido muy sabia y<br />
bien ordenada, pero todavía falta un detalle que tal vez para vosotras carece de importancia,<br />
pero que para mí es muy significativo.<br />
6 Como a través de vuestros sabios estáis informadas acerca de lo que el gran Espíritu de<br />
Dios ha enseñado en mi pequeña Tierra, y como también estáis enteradas de la complexión y<br />
naturaleza de toda criatura, no puedo explicarme cómo es posible que ignoréis lo que el Señor<br />
Jesús, vuestro eterno Espíritu Primario, dijo a sus hijos en otras ocasiones:<br />
7 Hubo un día en que muchas madres le trajeron sus hijos. Como se formó un gran atasco, los<br />
discípulos del Señor, que ya se tenían por muy sabios, cortaron el camino a las madres. El Señor<br />
les dijo: “¡No cortéis el camino a los pequeños sino dejad que se acerquen a mí! En verdad os<br />
digo: si no os volvéis como niños, no entraréis en mi Reino!”.<br />
8 Por lo tanto, el Señor pone la niñez como condición previa para entrar en el Reino de los<br />
Cielos a aquellos que ya son sabios, la niñez que aún carece de toda sabiduría. Así que no me<br />
entra en la cabeza la razón por la que vosotras consideráis la sabiduría como algo tan sublime,<br />
ni cómo podéis imaginaros que vuestro premio de sabiduría pueda ser llave del Reino del Cielo.<br />
Se supone que la Doctrina de Dios estará por encima de la vuestra y que será cierta...<br />
9 Es sabido que el Señor dijo al sabio judío Nicodemo que para lograr el Reino de Dios, antes<br />
tenía que ser renacido. Con ello el Señor no se refería a vuestra alabada sabiduría, pues<br />
Nicodemo era un sabio, sino a la infancia inocente que en sí es puro amor. Así es como yo<br />
interpreto las palabras del Señor; de modo que me atengo únicamente al amor y todo eso de la<br />
sabiduría se lo dejo al Señor. Veis: ¡por eso estoy con Él! Y sólo Él sabe dónde estaría yo ahora<br />
si considerase mi más o menos nula sabiduría.<br />
10 Sé por haberlo sufrido en carne propia que todo el que quiere vanagloriarse de sabio<br />
comete un gran pecado ante Dios. En cambio, si el corazón de un ignorante está lleno de amor a<br />
Dios, posee el premio supremo de la vida que le proporciona la filiación divina. A quien ya<br />
tiene este premio, ¿para qué le puede servir todavía el vuestro? Por lo tanto os digo por última<br />
vez que no preciso vuestro premio de la sabiduría porque ya hace tiempo que tengo todo lo que<br />
necesito. ***<br />
11 ¡Tratad vosotras de conseguir mi premio! Seréis todas mucho más felices que ahora, en el<br />
esplendor de vuestra sabiduría ilusoria en la que, pese a vuestra belleza sobrenatural, se<br />
manifiesta poco amor. Decid lo que os parezca conveniente, pero no esperéis respuesta por mi<br />
parte porque lo único que hace falta es el amor. Todo lo demás me lo da el Señor cuando lo<br />
necesito».<br />
140<br />
Las tres hijas del Sol ruegan a <strong>Martín</strong> que les enseñe a amar a Dios.<br />
Las hijas del Sol, arrebatadas de amor, abrazan a <strong>Martín</strong><br />
1 Ante esta buena respuesta las tres le hicieron una reverencia. «Sublime hijo del Gran<br />
Espíritu, sólo ahora percibimos que eres un verdadero hijo de Aquél que para nosotros no tiene<br />
nombre», le declararon con mucho respeto. «Nos has vencido. Ahora somos tuyas, incluido el<br />
premio. ¡Permítenos que seamos las últimas en tu casa y enséñanos a amar al Gran Espíritu!».<br />
2 Sobremanera sorprendido ante el giro de la situación, <strong>Martín</strong> les dijo: «En mi casa hay<br />
todavía sitio para miles, de modo que también para vosotras. Pues la casa que mi eternamente<br />
santo Padre me ha construido para siempre es más grande que vuestro mundo. Si aspiráis a<br />
entrar en ella, Tirad vuestro premio de sabiduría, coged el mío del amor, y seguidme. Pero si os<br />
- 201 -