REVISTA NACIONAL - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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<strong>REVISTA</strong> <strong>NACIONAL</strong><br />
siempre sin resolución para aceptarse definitivamente. La amistad<br />
les arranca con destino a revistas de arte, algún canto perdido, y<br />
este canto suele eclipsar a los de autores profusos, sin tan severos<br />
tamices. Hacen estos artistas poco ruido en su vida social, como en<br />
su obra; mientras otros se perecen por lucirse, estos se esmeran en<br />
pasar inadvertidos y en que el silencio los circunde, a fin de faci.<br />
litar la visita infrecuente de la Gracia.<br />
¿Pero existen en nuestro país poetas de esta categoría, de este<br />
extraño tipo de selección? Si, por fortuna. ¿Nombres? Roberto Sien.<br />
ra, de la generación de Herrera y Reissig. Vive como un hongo en<br />
Montevideo el exégeta de San Juan de la Cruz, de S'techetti, <strong>del</strong><br />
Discurso central <strong>del</strong> Quijote; el poeta de Naderías y de Hurañas;<br />
uno de aquellos silenciosos (concepto de Alberto Zum Felde, que<br />
compartimos), de «aquellos silenciosos que siguen viviendo o em·<br />
piezan a vivir, bronce o estrella perennes, cuando el ruido <strong>del</strong> cir·<br />
co literario -forma <strong>del</strong> mundanal ruido- se ha desvanecido en<br />
el viento.»<br />
Roberto Sienra, y algún otro... Acerca de Edgarda Cadenazzi<br />
diremos en seguida algo de lo que nos sugiere. Fué, creemos, en «La<br />
cruz <strong>del</strong> sur» que dirigía Alberto Lasplaces, donde por primera vez<br />
vimos este nombre. Se nos grabó. Se nos grabó, dado el arrastre sua·<br />
vísimo de sus dos zetas italianas; por lo de cadena, itan luego!<br />
cuando se vinculaba, en contraposición a la idea de presidio, a ver·<br />
sos modernísimos y libérrimos; y por presentar el femenino <strong>del</strong><br />
nombre de quien concibió «Annabel Lee». Se nos grabó porque, so·<br />
nante a cosa nueva, suscribía también un estilo nuevo de sentir y<br />
soñar. \Más tarde en «Alfar»; luego, otra vez, en «La cruz <strong>del</strong> sun,<br />
y en «Amauta» de José Carlos Mariátegui, encontramos -regalo in·<br />
apreciable- poemas de esta mujer, de este sensible y aéreo ángel<br />
de poesía.<br />
Dos o tres versos, una sola imagen de prestancia singular, con·<br />
densan en Edgarda Cadenazzi todo v un proceso <strong>del</strong> espíritu. Posee<br />
el don <strong>del</strong> adjetivo insustituíble. Lo subjetivo y el paisaje externo,<br />
forman una unidad viviente e inconsútil en la visión que su poesía<br />
nos alcanza. Pero, ¿ qué mejor que rememorada con sus propios<br />
versos? He aquí su «Poema de un antiguo muelle»:<br />
Con la fina niebla<br />
que da temblor al muelle,<br />
siento la aguda imagen<br />
de los alucinados mástiles<br />
y dolorosa como un velamen<br />
me acerqué a los musicales desembarcaderos.<br />
Pasó la gaviota con su ceniza que alivia