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REVISTA NACIONAL - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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374 <strong>REVISTA</strong> <strong>NACIONAL</strong><br />

correspondencia de tamaño y función entre los órganos, que debe<br />

ser comprendida y respetada.<br />

No es prudente, por ejemplo, que el desarrollo gel hombre perturbe<br />

el tejido selvático. Todas las grandes culturas: persas, babilonios,<br />

griegos, etruscos, romanos, respetaron la majestad de los bosques<br />

que consideraban sagrados. Cada árbol es una célula viva de<br />

un tejido superior; está aparentemente quieto sobre sus dos extremidades,<br />

una en la tierra y otra en el sol; ¿no es también nuestro<br />

planeta un gran árbol inverso, uno de cuyos pies invisibles arraiga<br />

también en el sol mientras que la copa se despliega hacia el cosmos?<br />

Sólo comprendiendo que la tierra es enterameute un ser vivo<br />

nos es posible interpretar la trascendencia que tiene la armonía de<br />

sus órganos, en la que ninguno puede desarrollarse o decrecer a límites<br />

que comprometan la salud de su cuerpo. Las grandes selvas<br />

africanas y amazónicas son a modo de vísceras por las que también<br />

alienta; llamadla pulmones, si queréis, pero advirtiendo que los seresmundos<br />

no tienen por qué ostentar la fisiología ni la fisonomía<br />

de nuestras especies animales. Dejemos a otros, menos acuciados por<br />

la vivencia total <strong>del</strong> problema que nos apasiona, el entretenimiento<br />

científico de completar la interpretación biológica de tan original<br />

ser vivo, y por ende pasible de morir. Mas no dejemos de señalar<br />

que nosotros, los humanos, por el supremo destino que nos cupo<br />

de conformar su mente, somos los responsables ante el Creador de<br />

las gravísimas perturbaciones que originamos en el organismo terrestre,<br />

amputando esos magníficos tejidos purificadores, que son<br />

las selvas invioladas, para sustituirnos en su precioso lugar.<br />

Claro es que nos duele la sola idea de ponernos en conflicto con<br />

los pos:tulados de la religión acerca <strong>del</strong> gobierno de nuestro número<br />

en la tierra. Pero obsérvese que al fundar nuestro Homocosmos en<br />

el reinado de la conducta, quizá bastase a moderar nuestro desenfreno<br />

<strong>del</strong> número, el límite de la prudente castidad sobre el desordenado<br />

sensualismo. No será la primera vez que logren conciliarse<br />

los preceptos de la ciencia con los. postulados de la religión. A nuestro<br />

humilde ver el «creced y multiplicáos» en el verbo simbólico de<br />

lo divino, tiene una dimensión de calidad más que de número. La<br />

masa de los hombres parece haberla interpretado así: Crecer en<br />

cantidad y multiplicarnos en vicios. ¿No habrá querido decírsenos:<br />

Creced en virtud y multiplicáos en obras?<br />

FUGACIDAD DEL HOMBRE Y PERENNIDAD DE LO HUMANO<br />

«Para realizar grandes cosas debemos vivir como si nunca hubiésemos<br />

de morir». Es el pensamiento de Vauvenarges.<br />

Lo que más nos emociol}a es la idea contraria, lo fugaz de la<br />

existencia para la avidez de nuestro existir. Es como si un genial

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