REVISTA NACIONAL - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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<strong>REVISTA</strong> <strong>NACIONAL</strong> 357<br />
ideal, en la que cada uno concentra las cualidades de todos y donde<br />
la felicidad no radica en lo mío, sino en lo nuestro, y todavía<br />
en la suerte de lo ajeno. En ella los integrantes ajustan la conducta<br />
al honor de la comunidad. Proclamar su nombre es dar fe de<br />
aquella salud de cuerpo y alma que singulariza el linaje de los<br />
fuertes. La familia recién ha creado su propio nombre cuando los<br />
prójimos consideran que son hechos naturales de ella los rasgos de<br />
valor, de honradez, de aptitud, como brotes lógicos en la cepa de<br />
la buena vid. Y los días en que los abuelos de tales estirpes se sienten<br />
morir, en viéndose rodeados de los suyos, como fué costumbre<br />
desde el patriarcado, no se despiden con dolor, porque los acompaña<br />
el consuelo de que lo más vivo de sus existencias permanece<br />
victorioso en el sello de la familia inmortal.<br />
Eso es vivir y morir.<br />
El materialismo, los instintos, las ideas mezquinas agrandan el<br />
ego a proporciones desmesuradas, con absorción indigna de los valores<br />
universales. Pero la espiritualidad se evade de las prisiones<br />
<strong>del</strong> yo para consustanciarse con el cosmos. La primacía <strong>del</strong> egoísmo<br />
sobre el amor nos va dando de antiguo un concepto engañoso de la<br />
existencia, al punto de hacernos creer que el individuo es el objeto<br />
de la sociedad, cuando 10 más importante no es la abeja sino la colmena;<br />
no es el yo, sino el nosotros. El derecho, en que se funda la<br />
convivencia de los seres, ha llegado a edificar castillos que no se<br />
sustentan sobre los mandamientos naturales de la vida. Una educación<br />
egocéntrica engaña a nuestros hijos con tal supervaloración de<br />
sus facultades sobre sus deheres, que cada uno será mañana, para<br />
su desventura, un rey destl'Onado. Es imposible coexistir donde la<br />
parte pretenda merecer el todo. Por eso el mundo es una escuela<br />
de infelices, de constantes frustraciones entre las promesas engañosas<br />
<strong>del</strong> sensualismo y la mezquindad de los favores realmente logrados.<br />
La plenitud, la euforia de vivir, se adquieren por la integración<br />
gradual, consciente y voluntaria <strong>del</strong> ser aislado en la comunidad;<br />
la <strong>del</strong> individuo en la pareja, en los hijos, en la familia, en la corporación,<br />
en el género humano. Todos los paradigmas de la grandeza<br />
moral, que es la definitivamente valedera, <strong>del</strong> héroe al sabio,<br />
<strong>del</strong> artista al apóstol, lo son pOI' la intensidad <strong>del</strong> sacrificio de su<br />
yo en aras <strong>del</strong> ideal y la suerte de sus semejantes.<br />
Cuando hay amor hay verdad, e ímpetu de ofrenda; pero también<br />
y sobre todo, cohesión, fuerza, prolongamiento, futuro y aun<br />
eternidad. Estas relaciones son incuestionables. Mientras que el amor<br />
no recobre su cetro no habrá hogar sino domicilio, apartamientos<br />
de individualidades egoístas que conviven por conveniencia. La nación<br />
sufre tales extravíos. La mujer va perdiendo sus instintos más<br />
sagrados con el abandono de su puesto de vestal <strong>del</strong> fuego íntimo,