REVISTA NACIONAL - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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358 <strong>REVISTA</strong> <strong>NACIONAL</strong><br />
para dejar a la imposible devoción mercenaria el cuidado de los<br />
hijos y las obligaciones ahora penosas de los afanes domésticos. El<br />
hombre, a su vez, no pone en el trahajo esa alegría creadora que es<br />
el acicate de la superación y la sal de la vida. Todo gira en el círculo<br />
vicioso, estrecho, de los factores materiales: ganancia, producción,<br />
placeres. Alienta pero no vive. Sólo el mundo de amor podrá<br />
darnos la sociedad feliz en la que desaparezcan ambos extremos<br />
igualmente engañosos: la nación que lo es todo y el individuo, nadie,<br />
y la que ve en el estado el servidor y custodio de una indivi·<br />
dualidad sin sujeción. Y para que el género humano obre como la<br />
resultante de una voluntad única y perínclita proyectada hacia afuera,<br />
hacia el universo, es forzoso que hagamos de todo el mundo la<br />
colmena inmortal, cuyo chorro incesante de abejas cenitales tendrá<br />
la suprema aptitud, la que se otorga en exclusividad a las comunidades<br />
perfectas: libar en el azarero <strong>del</strong> cosmos la miel <strong>del</strong> porve·<br />
nir, el mañana grandioso de la historia.<br />
LAS FALACIAS DEL ESTADO<br />
Pero ¿cómo mejorar la sociedad si no cambia la estructura espiritual,<br />
el contenido <strong>del</strong> estado?<br />
Un primer error consiste en fundar los sistemas políticos sobre<br />
teorías y no sohre realidades. Los hombres no somos moral, fisiológica<br />
e intelectualmente iguales, colocados estos valores en su ver·<br />
dadera jerarquía. Un orden político y social de justicia es el que<br />
asegura la rectoría de los mejores sobre los más. Hoy sabemos que<br />
eso no ocurre. En el origen de las grandes culturas gobernó la virtud<br />
y la experiencia. Fué el período de los consejos de ancianos<br />
ejemplares <strong>del</strong> patriarcado, de las instituciones estatuídas sobre<br />
la roca <strong>del</strong> saber indubitable. Los bardos ,los santos, los héroes,<br />
eran los rectores de la cosa pública. Hoy el poder se ejerce<br />
por la sagacidad deJos más adaptables sobre la tolerancia de los<br />
más discretos. Ojead un periódico de la gran urbe y veréis en sus<br />
páginas el signo de nuestra civilización y la obra <strong>del</strong> estado: comercio,<br />
sensualismo, frivolidad, promesas, agitación física, técnica, engaño.<br />
El droguero y el político ofrecen la misma panacea. Los he·<br />
chos ahogan o deforman los acontecimientos. Los valores sobrepujan<br />
a las categorías. Así no se hace historia. Porque historia es trascendencia,<br />
es decir: sucesos de contenido espiritual.<br />
Se nos dirá que la subversión que apuntamos ocurrió siempre<br />
en mayor o menor grado; que ella es harto conocida y mundialmente<br />
tolerada. Es verdad, decimos a nuestra vez. Por eso se agotaron<br />
las diversas civilizaciones que obtuvieron, en el mismo cenit, la culpa<br />
y el castigo. Pero sabed que esta hora es distinta de todas las<br />
demás de los siglos. Sobre el derrumbe de una cultura no nos queda