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Condes Vampiro - ¡Cargad!

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En el corazón de este vasto desierto se encuentra la ciudad maldita de Khemri, en el<br />

centro de la cual destacan las dos estructuras más grandes jamás edificadas por el hombre.<br />

Una de ellas es la terrible Gran Pirámide de Khemri, que sobresale de las ruinas más de cien<br />

veces la altura de un hombre, pero incluso esta pirámide es insignificante, como un Enano lo<br />

es ante un elefante, ante la Pirámide Negra de Nagash, una horripilante maravilla para todos<br />

los que la contemplan. Ben-Raschid dice en su obra que en las calles de Khemri hay<br />

espíritus inquietos al acecho, esperando devorar la fuerza vital de los vivos, y que el gran<br />

sarcófago de Nagash, en el interior del cual se dice que yace el Gran Nigromante mientras<br />

recupera sus energías, se encuentra ahora vacío. Mucha gente bien informada atribuye las<br />

palabras del Príncipe Loco a los delirios de un hombre que perdió el juicio por su adicción a<br />

la raíz de bruja. Los pocos que conocen su secreto saben que la explicación verdadera es<br />

mucho más terrible.<br />

La mejor fuente de conocimientos que tienen los eruditos Imperiales sobre el tema es<br />

el infame Liber Mortis del Nigromante Frederick van Hal, también conocido por las nuevas<br />

generaciones como Vanhal. La única copia completa que existe de este libro está guardada<br />

bajo llave en las bóvedas del Templo de Sigmar en Altdorf. Este libro sólo pueden estudiarlo<br />

los eruditos de corazón más puro, y sólo bajo una dispensa especial del Gran Teogonista en<br />

persona. Este permiso normalmente sólo es concedido cuando los grandes ejércitos de No<br />

Muertos amenazan al Imperio. Vanhal fue un Nigromante que vivió durante la Gran Plaga, y<br />

realizó su obra maestra a partir de las traducciones que Kadon hizo de los Nueve Libros de<br />

Nagash.<br />

No contento con su imperfecta traducción de los desvaríos del Nigromante, Vanhal<br />

efectuó varios peregrinajes al Reino de los Muertos. Protegido por los hechizos más<br />

poderosos, conversó con los habitantes de las ciudades funerarias e investigó los secretos<br />

más oscuros de la antigüedad. Durante la Gebeimnsnacht consultó con demonios aullantes,<br />

y entresacó algunos retazos de verdad entre todas sus mentiras. Incluso los demonios del<br />

Caos recuerdan las infames acciones de Nagash. Nuestros conocimientos parciales e<br />

incompletos de la historia del Gran Nigromante, y de las antiguas tierras que antaño gobernó<br />

y destruyó, se deben al Liber Mortis.<br />

Actualmente, el Reino de los Muertos es una tierra salvaje cubierta de arena. El Gran<br />

Río es venenoso y tiene el color de la sangre, y los viajeros no pueden aliviar su sed en él.<br />

Es cierto que las ciudades están vacías de vida; se trata de meras ruinas junto a las grandes<br />

necrópolis. Es cierto que las carreteras hace mucho que han sido enterradas por la arena,<br />

dejando entrever tan sólo la parte superior de algunas estatuas y algunos monumentos<br />

erosionados por el viento para indicar su existencia. Los pocos viajeros que han regresado<br />

han contado que todo está vacío y desolado, y que un terrible horror y melancolía llenaba sus<br />

corazones mientras duró su estancia. Es cierto que en esta tierra no vive nada, pero no fue<br />

siempre así.<br />

Unos dos milenios antes del nacimiento de Sigmar, surgió una gran civilización a lo<br />

largo de las orillas del Gran Río. Sus habitantes construyeron ciudades, barcos y carreteras.<br />

Lucharon entre ellos utilizando carruajes de guerra, arcos y lanzas. Estaban gobernados por<br />

Reyes Sacerdotes cuya voluntad era ley. Con el transcurso de las generaciones, los Reyes<br />

Sacerdotes empezaron a obsesionarse cada vez más con la inmortalidad, y construyeron<br />

tumbas cada vez más grandes y elaboradas, convencidos que éstas serían sus casas para<br />

toda la eternidad. Sus mujeres y sirvientes eran enterrados vivos con ellos cuando morían.<br />

Esta práctica empezó a extenderse por toda la sociedad hasta que todo aquel que podía<br />

permitírselo invertía una buena parte de sus riquezas terrenales en su tumba. En los<br />

desiertos cercanos a las ciudades pronto surgieron las necrópolis, las ciudades de los<br />

muertos. Con el paso del tiempo, estas ciudades fueron haciéndose más grandes, mayores<br />

incluso que las poblaciones de los vivos.<br />

Los reyes Sacerdotes rivalizaron para dejar tras de sí monumentos mayores que los<br />

de los otros Reyes Sacerdotes, y las pirámides fueron cada vez más grandes, vigiladas por<br />

estatuas titánicas, fortificadas como torres gigantescas, construidas para proteger a sus<br />

habitantes toda la eternidad. Las puertas de las partes superiores de las pirámides estaban

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