Condes Vampiro - ¡Cargad!
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sus miserias a todos los hombres. Viendo como estaban las cosas, los <strong>Vampiro</strong>s<br />
supervivientes huyeron de Nagashizzar por la noche, dispersándose en todas direcciones<br />
para confundir a sus perseguidores. De esta forma, su maldición acabó propagándose por<br />
todas las tierras de los hombres.<br />
La furia de Nagash se prolongó durante toda una década, en la que siguió<br />
maquinando nuevos planes. Odió con fuerza al hombre que le había desbaratado sus planes,<br />
e ideó un plan de venganza tan cruel que los propios dioses temblaron y dejaron de observar<br />
el mundo.<br />
Actuó con cautela. Sus agentes llevaron trozos de piedra de disformidad encantados<br />
con hechizos de muerte hasta las fuentes del Gran Río, corrompiendo los manantiales con su<br />
maldad, hasta que el agua coaguló y fluyó lentamente, teñida de color rojo sangre. El pueblo<br />
del Gran Reino tembló ante lo sucedido al río que constituía su vida. Uno a uno, todos los<br />
habitantes enfermaron y murieron.<br />
Encargó a los Skavens atraer tribus de Orcos y Goblins desde las Montañas del Fin<br />
del Mundo hasta Nagashizzar. Estos no sabían para qué propósito quería Nagash a los<br />
Orcos, pero cobraron numerosos sacos de piedra de disformidad pura por su servicio.<br />
Alcadizaar estaba sentado en su sala del trono mientras veía como su reino era<br />
destruido por un enemigo al que no podía derrotar. La peste iba propagándose por el país.<br />
La gente moría con grandes pústulas por toda la piel. Los médicos enfermaban al intentar<br />
curar a sus pacientes. Los hombres huían de sus familias, muriendo mientras corrían.<br />
Durante algunos meses la Muerte recorrió el país hasta que los muertos eran más<br />
numerosos que los vivos, y los cadáveres permanecían pudriéndose por las calles. El<br />
ganado recorría los campos sin nadie que lo vigilase, hasta que también moría. Todas las<br />
cosas vivas en el Gran Reino enfermaron. Alcadizaar vio morir a sus amigos uno a uno,<br />
después a sus hijos, después a su mujer. Alcadizaar era una excepción, como si algún poder<br />
maligno lo quisiera vivo. Finalmente quedó solo en su palacio, sentado en su trono dorado,<br />
llorando mientras a lo lejos podía oírse a un infatigable ejército avanzando.<br />
Este ejército apareció cuando todo el mundo había muerto: un gran ejército de<br />
muertos. Los pocos supervivientes del ejército de Alcadizaar estaban tan enfermos y<br />
demacrados que no podían impedir su avance ni un segundo. Los No Muertos, inmunes a la<br />
enfermedad, avanzaban de extremo a extremos del país, y no descansaron hasta haber<br />
matado a todo hombre, mujer y niño, e incluso a bestias, pájaros y perros. Todos excepto<br />
uno. Capturaron a Alcadizaar en su sala del trono y lo arrastraron cargado de cadenas hasta<br />
el Pozo Maldito. Lo arrojaron a los pies del trono de Nagash, y tuvo que enfrentarse a la<br />
horrorosa forma del Gran Nigromante en persona.<br />
Nagash explicó a Alcadizaar lo que sucedería a continuación: todos los increíbles<br />
detalles de su demencial plan. Nagash le contó que pensaba reanimar a todos los muertos<br />
del Gran Reino, y utilizarlos como soldados en su plan para conquistar el mundo.<br />
Horrorizado, Alcadizaar fue arrojado a una de las mazmorras de Nagash a la espera de los<br />
deseos del siniestro hechicero. Las explicaciones de Nagash al rey no eran amenazas<br />
vacías. Estaba decidido a seguir con su plan, y podía hacerlo.<br />
Durante un ritual que duró días, consumió cantidades ingentes de piedra de<br />
disformidad, hasta que su cuerpo ardía con la energía de la piedra, y su sangre quedó<br />
saturada. La poca piel que le quedaba ardió, y se convirtió en poco más que un esqueleto<br />
viviente con una negra armadura. Los Orcos y los Goblins fueron conducidos drogados<br />
desde las mazmorras hasta el negro altar donde uno a uno fueron sacrificados, y sus almas<br />
devoradas por el Gran Nigromante para aumentar sus poder. Durante una noche y un día<br />
enteros, mientras Mórrsleib brillaba en el cielo, Nagash cantó las sílabas de su último y más<br />
poderoso hechizo. En las mazmorras, los pocos orcos supervivientes temblaban y aullaban.<br />
Por todo el continente los seres vivos tuvieron pesadillas. En las profundidades del Mar<br />
Sulfuroso brillaron luces extrañas. Desde lo alto de su torre, Nagash lanzó al aire puñados<br />
del brillante polvo negro. Los fríos vientos lo alejaron de Nagashizaar, cayendo como si fuera<br />
lluvia sobre las ciudades y necrópolis del Gran Reino. Por unos instantes todo permaneció