Condes Vampiro - ¡Cargad!
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sus propias manos. Invocó a los espíritus de los muertos y les interrogó sobre lo sucedido,<br />
reconstruyendo poco a poco los acontecimientos que habían tenido lugar en su larga<br />
ausencia. Supo de la desaparición de Alcadizaar, de cómo había enloquecido y muerto por la<br />
corona y la exposición a la Espada de la Muerte Skaven. Finalmente centró su atención en el<br />
Norte, donde el heredero de Kadon, Morath tenía la corona.<br />
Cubriéndose con una capa negra y protegido por numerosos hechizos de gran poder,<br />
Nagash marchó de incógnito hacia las tierras del Norte decidido a reclamar lo que era suyo.<br />
Largo fue el camino, y muchas las batallas que libró durante su duro viaje hacia las frías<br />
tierras del Norte. Nagash atravesó tierras donde los robustos Enanos combatían contra<br />
Orcos y Goblins, y donde los seguidores del Caos todavía acechaban. Al final llegó a las<br />
tierras del recién nacido Imperio y estableció su residencia en las ruinas de la ciudad Élfica<br />
de Athel Tamara, abandonada desde hacía mucho tiempo. Convirtió la ciudad en su base de<br />
operaciones, desde la cual exploró todo el Norte en busca de su corona.<br />
Nagash envió mensajeros desde las ruinas para que localizaran al heredero de<br />
Kadon. Pero Morath estaba muerto. El hechicero maligno había muerto a manos de Sigmar,<br />
y la corona estaba en posesión del primer Emperador. Habiendo sentido su gran maldad,<br />
Sigmar no quiso utilizarla y la guardó bajo llave en su sala del tesoro, lejos de los ojos que<br />
pudieran estar tentados de utilizarla.<br />
Nagash envió mensajeros al campamento de Sigmar reclamando su corona y<br />
ofreciéndole riquezas infinitas a cambio. Una gran figura encapuchada, montada sobre un<br />
Carroñero, descendió sobre el campamento. Todo el mundo estaba acobardado cuando la<br />
oscura figura desmontó y presentó las demandas de su señor con voz de ultratumba.<br />
El mensajero estaba rodeado por un hedor a maldad y descomposición, y todos los<br />
que le miraban quedaban acobardados, pidiendo a su líder que le entregara la corona. Sin<br />
embargo, Sigmar no tenía la intención de entregar la corona, y viendo la decidida actitud de<br />
su líder, los guerreros cobraron nuevos ánimos. Su alegría acabó cuando el mensajero volvió<br />
a hablar, diciendo que eran unos locos que no vivirían lo suficiente para lamentar su decisión.<br />
Sigmar levantó su gran martillo Ghal Mharaz y golpeó a la criatura No Muerta. Ésta se<br />
descompuso sobre sí misma, dejando sólo una oscura capa tras él. Sigmar ordenó que sus<br />
restos fueran quemados.<br />
Nagash dedicó muchos meses a reunir sus fuerzas. Con sus hechizos animó<br />
legiones de muertos de los cementerios y otras criaturas de la oscuridad acudieron a su<br />
llamada hasta formar un poderoso ejército No Muerto. Al fin estaba listo para emprender una<br />
guerra contra Sigmar y su pueblo. El gran ejército de muertos andantes avanzó por los<br />
bosques del Imperio, matando a todo aquel que encontraban. Los muertos pasaban a<br />
engrosar las filas del ejército. Muchos hombres murieron, y otros muchos que huyeron ante<br />
el avance del ejército de No Muertos hicierno correr la noticia de la llegada de Nagash.<br />
Nagash comprendió la importancia de tener el miedo como aliado.<br />
Y los hombres del Norte estaban asustados. Habían derrotado a los Orcos y<br />
expulsado a todos sus enemigos anteriores, pero ahora debían enfrentarse a un enemigo<br />
que les hacía temblar y parecía invencible. De todos ellos Sigmar era el único que no tenía<br />
miedo. Pidió ayuda a sus aliados Enanos, y forjó muchas armas con magia poderosa contra<br />
sus enemigos No Muertos.<br />
Los dos ejércitos se enfrentaron en las orillas del río Reil, a finales de la primavera<br />
del año 15 Imperial. Era un enfrentamiento equilibrado y que causaría grandes sufrimientos.<br />
Los humanos y los Enanos eran tropas decididas. Los regimientos No Muertos de Esqueletos<br />
animados y cadáveres andantes avanzaban como autómatas, cada paso iba perfectamente<br />
sincronizado con el ritmo de un tambor de piel humana. Los Carroñeros oscurecían el cielo<br />
sobre sus cabezas. Los <strong>Vampiro</strong>s acechaban en la rojiza oscuridad. Los Necrófagos<br />
devoraban a muertos y a heridos indistintamente. Los Caballeros No Muertos agarraban a los<br />
hombres con su frío abrazo. El ejército de Nagash cargó y rompió como una ola contra el<br />
imperturbable muro de escudos Enanos. Las fuerzas de Sigmar contra cargaron, y empezó