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Condes Vampiro - ¡Cargad!

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importaba. Vivos o muertos, los habitantes de esa tierra le servirían a él, de una forma o de<br />

otra. La propagación del polvo y la llegada de los No Muertos precipitaron una migración de<br />

Orcos y Goblins, que se alejaron de ese territorio.<br />

A lo largo de todos estos siglos, Nagash no olvidó la promesa hecha a los Reyes<br />

Sacerdotes de su antiguo país. Quería vengarse, y encontró aliados dentro de su propio país.<br />

Los Reyes Sacerdotes que habían estudiado su maligna herencia y que prolongaron sus<br />

vidas utilizando su elixir, no habían permanecido ociosos. Ellos también habían invocado<br />

demonios y experimentado con la Magia Oscura. Los gobernantes de Lahmia avanzaron más<br />

allá del elixir. Su sangre quedó infectada con una extraña enfermedad. Siglos de consumo<br />

del elixir que prolonga la vida combinados con sus propios hechizos les habían transformado<br />

en algo mejor y peor que un ser humano. En esos momentos evitaban la luz del sol y<br />

acechaban de noche. No querían comer ni beber, excepto sangre. Sus dientes se habían<br />

convertido en grandes colmillos, su piel era blanca como el alabastro y sus ojos eran rojos y<br />

brillantes. Eran mucho más fuertes que los hombres mortales. Eran los primeros <strong>Vampiro</strong>s<br />

verdaderos. Por la noche se alimentaban de sus propios súbitos. Unos pocos pudieron unirse<br />

a ellos en su no-muerte.<br />

Los Reyes Sacerdotes reunieron una vez más sus ejércitos y se prepararon para la<br />

guerra. Los carruajes, tan numerosos que no podían contarse, avanzaban al frente de un<br />

gran ejército de arqueros e infantería equipada con lanzas. Los Reyes Sacerdotes también<br />

recurrieron a su magia. Tuvo lugar una gran batalla, que los Reyes Sacerdotes vencieron. La<br />

población de Lahmia fue esclavizada; las pirámides, derribadas; y los <strong>Vampiro</strong>s, expulsados.<br />

La mayoría huyeron hacia el Norte, y uno a uno llegaron a Nagashizzar, donde fueron<br />

acogidos por quien anteriormente había sido su peor enemigo. Nagash observó a estos<br />

corruptos inmortales y quedó satisfecho. Ante él tenía unos valiosos paladines para sus<br />

ejércitos. Su maldición era un tributo a su horrible genialidad.<br />

Nagash ya había concebido su plan de ataque. Era un plan enloquecido y mortífero.<br />

Juró que convertiría a todo el mundo en el Reino de los Muertos, en el que nada sucedería ni<br />

nada podría hacerse si él no lo permitía. Gobernaría un cementerio tan grande como el<br />

mundo, habitado por los muertos sin descanso. El primer paso era eliminar a su antigua<br />

patria natal. Siguiendo sus órdenes, los <strong>Vampiro</strong>s avanzaron al frente de sus legiones hacia<br />

la guerra. Sobre extrañas naves construidas con huesos, la horda No Muerta navegó por el<br />

Mar Sulfuroso, atravesando los Estrechos de Nagash hasta el Mar Amargo, denominado así<br />

por el veneno que las aguas del Mar Sulfuroso habían arrastrado hasta él. Las legiones No<br />

Muertas desembarcaron en el abandonado puerto de Lahmia y marcharon hacia el enemigo.<br />

Nagash subestimó a sus antiguos compatriotas. Durante su ausencia, la Tierra del<br />

Gran Río había pasado de ser un cúmulo de ciudades estado a convertirse en un poderoso<br />

imperio dirigido por el Rey Sacerdote Alcadizaar el Conquistador. Alcadizaar fue el mejor<br />

general de su época y su imperio estaba en la cúspide de su poder. Cuando llegaron los No<br />

Muertos, se enfrentaron a la oposición de un estado unificado con un único ejército. Además,<br />

los hechiceros del Gran Reino habían progresado en el arte de la magia, especialmente en la<br />

construcción de armas mortíferas. Contra ellos ninguna victoria podía ser fácil.<br />

Los <strong>Vampiro</strong>s eran hechiceros poderosos y peligrosos enemigos. Por donde<br />

avanzaban, el terror y el miedo atenazaban al enemigo, aunque no fueran invencibles. El<br />

frente de la guerra avanzó y retrocedió. Al principio, las legiones No Muertas avanzaron<br />

rápidamente. Después fueron los ejércitos de Alcadizaar los que ganaron terreno; sus<br />

carruajes atravesaban las filas de muertos como las guadañas siegan el trigo. Al final venció<br />

Alcadizaar, con su gran armadura dorada brillando por la energía mágica contenida y su<br />

cimitarra mágica, más rápida que la lengua de una serpiente del desierto. Junto a él luchaba<br />

su mujer y auriga, Khalida, que había jurado morir junto a su marido si era necesario.<br />

Libraron batalla tras batalla hasta destruir la última de las legiones de Nagash, obligando a<br />

los vampiros a huir a través del desierto hasta Nagashizaar para informar a su siniestro señor<br />

del fracaso.<br />

La furia de Nagash fue enorme. Maldijo a sus capitanes y lanzó terribles hechizos<br />

contra ellos. Hizo que conocieran el dolor para toda la eternidad, y sus aullidos proclamarían

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