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CONFIESO QUE HE VIVIDO PABLO NERUDA Memorias Estas ...

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Confieso que he vivido. <strong>Memorias</strong> Pablo Neruda<br />

Gorki, constelado por los cuadros y litografías de Picasso, o en su dacha cerca de Moscú. Ehrenburg siente<br />

pasión por las plantas y está casi siempre en su jardín extrayendo malezas y conclusiones de cuanto crece<br />

a su alrededor.<br />

Más tarde tuve gran amistad con el poeta Kirsanov que tradujo admirablemente al ruso mí poesía.<br />

Kirsanov es, como todos los soviéticos, un ardiente patriota. Su poesía tiene fulminantes destellos y una<br />

sonoridad que le otorga la bella lengua rusa lanzada al aire por su pluma en explosiones y cascadas.<br />

Continuamente visitaba, en Moscú o en el campo, a otro gran poeta: el turco Nazim Hikmet,<br />

legendario escritor encarcelado durante 18 años por los extraños gobiernos de su país.<br />

A Nazim, acusado de querer sublevar la marina turca, lo condenaron a todas las penas del infierno. El<br />

juicio, tuvo lugar en un barco de guerra. Me contaban cómo lo hicieron andar hasta la extenuación por el<br />

puente del barco, y luego lo metieron en el sitio de las letrinas, donde los excrementos se levantaban medio<br />

metro sobre el piso. Mi hermano el poeta se sintió desfallecer. La pestilencia lo hacía tambalear. Entonces<br />

pensó: los verdugos me están observando desde algún punto, quieren verme caer, quieren contemplarme<br />

desdichado. Con altivez sus fuerzas resurgieron. Comenzó a cantar, primero en voz baja, luego en voz más<br />

alta, con toda su garganta al final. Cantó todas las canciones, todos los versos de amor que recordaba, sus<br />

propios poemas, las romanzas de los campesinos, los himnos de lucha de su pueblo. Cantó todo lo que<br />

sabía. Así triunfó de la inmundicia y del martirio. Cuando me contaba estas cosas yo le dije: "Hermano mío,<br />

cantaste por todos nosotros. Ya no necesitamos dudar, pensar en lo que haremos. Ya todos sabemos<br />

cuándo debemos empezar a cantar."<br />

Me contaba también los dolores de su pueblo. Los campesinos son brutalmente perseguidos por los<br />

señores feudales de Turquía. Nazim los veía llegar a la prisión, los veía cambiar por tabaco el pedazo de<br />

pan que les daban como única ración. Comenzaban a mirar el pasto del patio distraídamente. Luego con<br />

atención, casi con gula. Un buen día se llevaban unas briznas de hierba a la boca. Más tarde la arrancaban<br />

en manojos que devoraban apresuradamente. Por último comían el pasto a cuatro pies, como los caballos.<br />

Ferviente antidogmático Nazim ha vivido largos años desterrado en la URSS. Su amor por esa tierra<br />

que lo acogió, está volcado en esta frase suya. "Yo creo en el futuro de la poesía. Creo porque vivo en el<br />

país donde la poesía constituye la exigencia más indispensable del alma." En esas palabras vibran muchos<br />

secretos que de lejos no se alcanzan a ver. El hombre soviético, con las puertas abiertas a todas las<br />

bibliotecas, a todas las aulas, a todos los teatros, está en el centro de la preocupación de los escritores. No<br />

hay que olvidarlo al discutir sobre el destino de la acción literaria. Por una parte, las nuevas formas la<br />

necesaria renovación de cuanto existe, debe traspasar y romper los moldes literarios. Por otra parte, cómo<br />

no acompañar los pasos de una profunda y espaciosa revolución? Cómo alejar de los temas centrales las<br />

victorias, conflictos, humanos problemas, fecundidad, movimiento, germinación de un inmenso pueblo que<br />

se enfrenta a un cambio total de régimen político, económico, social? Cómo no solidarizarse con ese pueblo<br />

atacado por feroces invasiones, cercado por implacables colonialistas, oscurantistas de todos los climas y<br />

pelajes? Podrían la literatura o las artes tomar una actitud de aérea independencia junto a acontecimientos<br />

tan esenciales?<br />

El cielo es blanco. A las cuatro de la tarde ya es negro. Desde esa hora la noche ha cerrado la<br />

ciudad.<br />

Moscú es una ciudad de invierno. Es una bella ciudad de invierno. Sobre los techos infinitamente<br />

repetidos se ha instalado la nieve. Brillan los pavimentos invariablemente limpios. El aire es un cristal duro y<br />

transparente. Un color suave de acero, las plumillas de la nieve que se arremolinan, el ir y venir de miles de<br />

transeúntes como si no sintieran el frío, todo nos lleva a soñar que Moscú es un gran palacio de invierno<br />

con extraordinarias decoraciones fantasmales y vivientes.<br />

Hace treinta grados bajo cero en este Moscú que como estrella de fuego y nieve, como encendido<br />

corazón, está situado en mitad del pecho de la tierra.<br />

Miro por la ventana. Hay guardia de soldados en las calles. Qué pasa? Hasta la nieve se ha detenido<br />

al caer. Entierran al gran Vishinski. las calles se abren solemnemente para que pase el cortejo. Se hace un<br />

hondo silencio, un reposo en el corazón del invierno, para el gran combatiente. El fuego de Vishinski se<br />

reintegra a los cimientos de la patria soviética.<br />

Los soldados que presentaron armas al paso del cortejo permanecen aún en formación. De cuando<br />

en cuando alguno de ellos hace un pequeño baile, levantando las manos enguantadas y zapateando un<br />

instante con sus altas botas. Por lo demás, parecen inmutables. Me contaba un amigo español que durante<br />

la gran guerra, en los días de más intenso frío y justo después de un bombardeo, podía verse a los<br />

moscovitas comiendo helados en la calle. "Entonces supe que ganarían la guerra —me decía mi amigo—,<br />

cuando los vi comer helados con tanta tranquilidad en medio de una guerra espantosa y un frío bajo cero."<br />

Los árboles de los parques, blancos de nieve, se han escarchado. Nada puede compararse a estos<br />

pétalos cristalizados de los parques en el invierno de Moscú. El sol los pone traslúcidos, les arranca llamas<br />

blancas sin que se derrita una gota de su floral estructura. Es un universo arborescente que deja entrever, a<br />

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